“Cuando vi a la serpiente envolviendo el cuerpo de mi nieto pensé que lo mataría. Fue una agonía, yo lo jalaba (al chico) de un lado, pero (la serpiente) volvía por otro”, dijo Joaquim Pereira.
Mateus, de 8 años, fue atacado el pasado miércoles por una anaconda de cinco metros de largo y 35 kilos, cuando pasaba por un riachuelo en el rancho de su abuelo en Cosmorama, a unos 400 kilómetros al noroeste de Sao Paulo.
Publicidad
Las anacondas no son venenosas, pero pueden matar a su presa al enroscarse en ella y sofocarla hasta la muerte para luego engullirlas, gracias a que sus mandíbulas están dotadas de ligamentos altamente elásticos que les permiten abrir de forma excepcional la boca.
“Me tumbó al piso, me mordió, se fue enrollando en mi cuello y empezó a ahorcarme”, indicó el chico a la red Globo.
Publicidad
Los amigos de Mateus corrieron en busca del abuelo, quien llegó y comenzó a luchar con el animal durante media hora pegándole con piedras y palos.
El niño acabó con hematomas diversos y recibió 21 puntos en el pecho en el hospital.