José Luis Carrillo, propietario de Air Madrid, aspiraba a cerrar el 2006 con siete frecuencias que conectaran España con Ecuador. El almeriense (de la localidad española de Almería) se mostraba pletórico cuando en abril, en una entrevista con EL UNIVERSO, desgranaba el rosario de éxitos que acumulaba la compañía, con el 35% de cuota de mercado.

Le incomodaba que el nombre de la aerolínea apareciera adosada al apelativo de “bajo coste”. El empresario que ya con 12 años trabajaba como camarero en un hotel de Madrid prefería hablar de “precios razonables” para atender la demanda de un “mercado étnico” que ansiaba explotar.

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La línea aérea comenzó a operar el 30 de mayo del 2004 con vuelos hacia Punta Cana y Puerto Plata (República Dominicana), Lima (Perú), San José (Costa Rica), Río de Janeiro (Brasil) y Bogotá y Cartagena de Indias (Colombia).

Air Madrid se sumó a los cielos nacionales con la ruta Madrid-Quito, el 19 de julio de 2004 y a un precio base de 499 euros. La estrategia comercial de la compañía se apoyó en la explotación de dos vuelos regulares (lunes y viernes) para transportar al 30% de turistas, 35% de tráfico étnico (inmigrantes residentes) y el 35% restante de viajeros de negocios.

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El 20 de octubre de 2004, la Dirección de Aviación Civil de Ecuador concedió a Air Madrid la autorización para volar como línea regular. Hasta ese momento, la aerolínea no contaba con los derechos de comercialización de cuarta libertad, lo que se tradujo en la imposibilidad de emitir billetes para transportar pasajeros desde Ecuador con destino a España y en la utilización de vuelos charter para cubrir el trayecto Quito-Madrid.

Tras el último proceso de regularización que benefició a 550.136 personas (122.636 ecuatorianos), Carrillo echaba cuentas: “cada permiso de residencia generará, como mínimo, el viaje de cuatro personas más”. Del millón doscientos mil pasajeros que transportó en el 2005 la aerolínea, el 65% eran extranjeros.

“El inmigrante pobre de hoy, sostenía, puede ser económicamente estable y hasta rico mañana”. Estaba convencido de su potencial y del dinero que podía ganar a costa de su bolsillo: “cada vez es mayor el número de veces que viajan, hasta dos o tres ocasiones en un año”. El primer vuelo, añadía, “lo escogerán empujados por el precio; después, será por el servicio”.

Pese a la cascada de críticas que le llovían por los retrasos que acumulaba, Carrillo prefería minimizarlas: “el resto de aerolíneas también sufren incidentes”. Y, añadía, “el 87% de salidas y llegadas de nuestros aviones son en hora”.

Por aquellos días ya resultaba imposible hallar una plaza para disfrutar de las vacaciones de verano. “Estamos en abril y a Ecuador están copados los vuelos en julio y agosto”, subrayaba.

Air Madrid aprovechó el “hueco” que dejó la espantada protagonizada por Air Europa. Hasta el 15 de diciembre, día en que decidió suspender sus operaciones, contaba con seis frecuencias (lunes, martes, miércoles, jueves y sábados para la ruta Madrid-Guayaquil–Quito); y una los domingos: Barcelona-Guayaquil.

La séptima, que tanto anhelaba, no pudo ser.