El presidente vitalicio Saparmurat Niyazov fue enterrado el domingo cerca de la mezquita de cúpula de oro que él construyó y a la que dio su nombre, en un grandioso funeral para un hombre de dedicó la mayor parte de sus dos décadas de gobierno a su propia glorificación.
  
Una larga fila de turcomanos y varios dignatarios extranjeros pasó solemnemente junto al féretro del hombre que se llamó a sí mismo Turkmenbashi (Padre de todos los turcomanos). El lo era todo para nosotros, dijo una mujer llorosa, que rehusó dar su nombre.
  
Niyazov, de 66 años y que falleció de insuficiencia cardiaca el jueves, no dejó un sucesor, y muchos analistas predijeron una lucha de poder y una batalla geopolítica entre Rusia y Occidente por el control de la enorme riqueza de gas natural del país.
  
El dictador dejó un enraigado culto a la personalidad que incluyó estatuas suyas en todas las ciudades y poblados y la diaria lectura de su libro de pensamientos en las escuelas primarias del país.
  
El presidente interino Gurbanguli Bardymujamedov ha prometido que las elecciones para elegir el nuevo gobernante, cuya fecha no ha sido anunciada, serán democráticas. Sin embargo, los candidatos presidenciales serán nominados y no había indicios de que cambiará el sistema monopartidista o de que haya una democracia plena.
  
Berdymujamedov fue nombrado al frente del país, después de que el líder del parlamento, Ovezgeldy Atayev, quien según la constitución debía asumir a la muerte del presidente, fue acusado repentinamente de delitos no especificados.
  
Turkmenistán es una de las sociedades más intensamente controladas en el mundo. Los periodistas que viajaron aquí para cubrir el funeral estuvieron bajo una constante supervisión, con sus reservaciones de hotel cambiadas arbitrariamente y sus pedidos de entrevistas negados.