El reloj marcaba las 12:00 y algunos delegados de mesa de la parroquia Febres Cordero (suroeste) esperaban impacientes a sus familiares.

Era la hora del almuerzo y el movimiento de personas, con tarrina y fundas de comida en mano, se incrementaba en los recintos electorales.

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En la escuela Arízaga Luque, Jéssica Coque entregó la comida a su esposo, Leonardo Moreira, miembro de la junta receptora Nº 475.

Otros delegados, como Isabel Navas, quien se encontraba en la escuela Nueve de Octubre, lograron darse un tiempo para acudir a sus viviendas a comer. Esta comodidad la tuvieron muy pocos, según Ivonne Murillo, quien a las 13:00 esperaba a que disminuyera el flujo de votantes para ir a comer a un puesto cercano.

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En todas las mesas receptoras los delegados debieron turnarse para almorzar. Cada uno tenía un tiempo de 15 a 20 minutos.

En la mayoría de los recintos se adecuaron improvisados restaurantes.
Marisol Pincay, por ejemplo, arregló un pequeño espacio para vender el almuerzo a delegados de las mesas y de los partidos políticos, además de los miembros de las Fuerzas Armadas.

Mientras, Iralda Suárez aprovechó los comicios y puso un puesto de comida -por primera vez- en los exteriores de la escuela Nueve de Octubre con la ayuda de su hijo y su nieta. “Como ya viene la Navidad todo el mundo busca qué tener para solventar los gastos”, comentó Suárez.

En algunos recintos de este sector, delegados de los partidos políticos intentaron entregar el almuerzo a los miembros de las juntas receptoras.

Esta situación se observó en la escuela Arízaga Luque, pero fue reprobada por los coordinadores del Tribunal Supremo Electoral (TSE), quienes impidieron la acción por considerar que podía influir al momento de llenar las nóminas de resultados.