Alberto Spencer Herrera ha sido el último perdedor en todos sus triunfos y logros, estamos conscientes y claros que todo le ha llegado tardío y en migaja, su premio mayor fue ser cónsul en Montevideo, Uruguay, donde el pueblo uruguayo fanático y admirador de la estirpe futbolística, de la noble personalidad, comportamiento respetuoso, humilde y disciplinado, leal compañero que lo lloraron aficionados y jugadores de Peñarol, su equipo de la gloria y victoria.
Las fallas del homenaje patrio vale destacar para un próximo evento, donde los protagonistas no faltaron, quisieron sobresalir y allí estuvieron, de frente y más al frente que los familiares y los mismos compañeros de esas tertulias y jugadas, nunca llevaron emblema ecuatoriano para recibirlo, su ataúd sobre el coche bomba iba pelado y retornó sin la bandera, nunca organizaron espacios para las otroras estrellas que también han hecho fútbol y triunfos junto a Alberto, como Raffo, Raymondi, Cantos, Patterson, Muñoz, Carrera, Lecaro, Macías, Quijano, Ansaldo, Bonnard, y otros que me perdonen por espacio. Gustoso fui al coliseo justo para saludar a los que deleitaron mi infancia en el Capwell y en el Modelo, que con justicia llevará su nombre con un cuarto de siglo de atraso, y que se los debería unir allí mismo cada año para que el pueblo los salude y recuerden anécdotas, en vida, hermano, en vida, no como la que tocó ahora con Alberto, que desde su lecho no pudo decir nada ni conversar con sus amigos, pero lo visité en la honra y memoria de nuestra época, ya que estamos en el mismo libro de oro de la Fedeguayas de 1970, yo jugaba voleibol y antes me deleitaba con mi padre en las camaraderías de Ballesteros, Raffo, Balseca, Reyes Prieto, Raymondi, Saeteros. etcétera, y algunos jinetes del tour hípico como Vaca, Yánez, Escobar, Arellano, Luque y Cáceres como para remembranzas y vivencias.
La ley prohíbe los nombres en monumentos, instituciones, calles, etcétera, antes de la muerte, pero considero deben rever el reglamento, ya que quienes hacen mérito, lo merecen, como en el caso de Alberto Spencer Herrera, que lo mereció hace mucho en el tiempo, pero que ahora es ejemplo en la historia y para la memoria, pero no para la cancha del estadio con nombre de uno que vive.
Publicidad
Paz donde se encuentre. Los que respetamos a las glorias como él, lo recordaremos eternamente.
Dr. Luis Fidel Lazo Pacheco
Guayaquil