Quienes pagamos somos los usuarios que estamos obligados a usarla diariamente porque nos quitaron las rutas que antes nos transportaban a varios sitios, y nos han sometido a viajar en un ambiente muy caluroso, apestoso, sintiendo empujones y roces sumamente desagradables al ir parados apretujados unos a otros. Yo salgo de mi casa a estudiar bañada, peinada, pero me bajo de la Metrovía sudada, despeinada, con mi ropa arrugada y con un horrible olor.

Rocío M. León
Guayaquil