El líder del equipo Phonak se convirtió en el sucesor de Lance Armstrong como campeón de la prueba.

Floyd Landis, del equipo Phonak, fue aclamado en París como vencedor del Tour de Francia, y se convirtió en el sucesor de su compatriota Lance Armstrong en la dinastía de los campeones.

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Finalizada la última etapa entre Sceaux y París, en la que se impuso el noruego Thor Hushovd, del Credit Agricole, al completar en 3h56:51 los 154 km de recorrido, Landis se convirtió en el tercer estadounidense en el palmarés de la grande boucle, tras Greg Lemond y Armstrong.

Landis, de 30 años, logró en su quinta participación en el Tour y en el segundo año como líder del Phonak, mantener la bandera de los Estados Unidos en lo más alto del podio de los Campos Elíseos, escenario que homenajeó como merece al ‘héroe de Morzine’, un hombre cuya cita más inmediata será el paso por el quirófano para colocarse una prótesis en la cadera.

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Landis pasó a la historia al rematar con broche de oro una hazaña que se recordará en los libros sagrados de esta prueba centenaria.

Tras sufrir un desfallecimiento en La Toussuire, donde perdió 8 minutos, resucitó al día siguiente en una jornada con cinco puertos para recuperar el tiempo perdido en un enorme “golpe de rabia” y tras sufrir la mayor “humillación” de su vida.

Aquella gesta le costó a la postre el maillot amarillo al español Óscar Pereiro, el gran animador del Tour con cinco días de amarillo, quien tuvo que conformarse con el segundo puesto. El alemán Andreas Kloden, del T-Mobile, segundo en 2004, homenajeó como tercero a su compañero y amigo Jan Ullrich.

“El Tour 2006 fue caprichoso, imprevisible y loco, alejado del pronóstico marcado de los últimos siete años. Ofreció un espectáculo interesante y atractivo hasta el último kilómetro, pese a que los antecedentes fueron patéticos”, aseguró su director Jean Marie Leblanc, que abandona el cargo tras 18 años de servicio.

Las exclusiones de los favoritos y el ambiente previo por culpa de las consecuencias de la Operación Puerto, hicieron temer lo peor, pero la realidad fue otra en el asfalto. Nadie preguntó por Ullrich, Basso o Mancebo. Tampoco por la media de velocidad.

La primera semana aportó lucimiento a los sprinters, la segunda escapada y caídas con cambios constantes de líder, y la tercera y última, con los Alpes como escenario, la caída y la resurrección del nuevo campeón.

El Tour erigió de nuevo como ‘rey de la montaña’, por segundo año consecutivo, al danés Michael Rasmussen, del Rabobank, conquistador del inédito puerto de La Toussuire. El maillot verde de la regularidad fue para el sprinter australiano Robbie McEwen, que se hizo con la prenda por tercera vez, mientras que el mejor joven fue el italiano Damiano Cunego y el mejor equipo el T-Mobile.

El Tour terminó con ambiente festivo y con la tranquilidad tradicional.