Con fondos del régimen y un crédito del Gobierno español se dotará de agua potable a las cuatro islas habitadas del archipiélago, donde actualmente se consume ese líquido en condiciones poco recomendables, pues no se cuenta con plantas de tratamiento.
“Si piensa venir a Galápagos báñese bien, para que no tenga que lavarse con el agua contaminada de esta isla”, señala Gonzalina Viteri, que habita desde hace 24 años en Santa Cruz.
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Ella dice que no usa el agua que distribuye el cabildo, ni aquella que expenden las dos embotelladoras locales, porque provienen de fuentes contaminadas y que su uso produce granos en la cabeza y piel, e irritaciones vaginales.
Tampoco le interesa el nuevo proyecto que ha puesto en marcha el Ministerio de Desarrollo Urbano y Vivienda (Miduvi), para dotar de agua potable a las islas Floreana, Santa Cruz, Isabela y San Cristóbal, porque ella cree que van a suministrar agua de las mismas fuentes contaminadas con heces, y que solo se les va a agregar un poco más de cloro.
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Viteri asegura que seguirá consumiendo agua de lluvia que compra a 70 dólares los 15 metros cúbicos.
Al igual que ella, otros santacruceños no creen en los beneficios que dará el plan de agua potable que contempla entregar durante 20 años y sin cortes el líquido para 30.000 habitantes.
La obra se ejecutará en 17 meses y tendrá un costo de 12 millones de dólares y estará a cargo del consorcio Etisa-Entemanser S.A.
El 18 de febrero pasado representantes del consorcio y del Miduvi suscribieron en San Cristóbal el acta de inicio de la ejecución del diseño, construcción y operación de los sistemas de agua potable para el archipiélago.
Y desde el lunes pasado un equipo de Etisa-Entemanser S.A. está en Galápagos para verificar si las condiciones están según el proyecto preliminar, es decir si no hay cambios tales como: calles que eran de tierra y ahora son adoquinadas, o hay tuberías en sitios donde no estaban.
El consorcio tiene 60 días para presentar el proyecto final. Si para ese entonces se ha aprobado el estudio de impacto ambiental, se entregará un anticipo del 60% del total de la obra al consorcio para que empiece la obra física.
José Yánez, coordinador del proyecto dice que hay desinformación de parte de los habitantes respecto al tema, porque no solo que el agua que se capte va a ser desalinizada, sino que va a tener una alta calidad.
“Se va tomar el agua salobre (menos salinidad que la del mar) de varios sitios de las islas. El agua salobre es la que actualmente llega por las redes a las familias de Santa Cruz, Isabela y Floreana y que no es muy apta para el consumo humano porque no está tratada, muchas veces se mezcla con las aguas servidas que desfogan a las grietas”, indica Yánez.
Pedro Zapata (PSC), alcalde de San Cristóbal, dice que en Santa Cruz es donde hay más contaminación del agua. Ahí se extrae agua salobre de las grietas (aberturas en el suelo), se le coloca un poco de cloro y después va a los domicilios.
Según él debido al crecimiento poblacional (16.000 habitantes), se han construido viviendas cerca de esas aberturas y a ellas se descargan las aguas servidas y después esa agua con algo de cloro llega a los domicilios.
Según Zapata en San Cristóbal es diferente porque ahí se capta el agua dulce de los cerros Gato y La Loma de los Americanos.
Agrega que el plan para dotar agua potable a las islas favorecerá la venta de los alimentos, agua embotellada y otros productos que se elaboran con agua. Muchos turistas no quieren consumir los alimentos que se expenden porque temen enfermarse.
“Llegan cargados con botellas de agua y cuando van a un restaurante preguntan si está elaborado con agua de Galápagos. Si la respuesta es positiva, se van y no consumen”, agrega Zapata refiriéndose a San Cristóbal y las otras islas habitadas.
Patricia Montaño, dueña de un local de venta de comidas, situado en la llamada calle de los quioscos, en Puerto Ayora, señala que aunque prepara los alimentos con agua clorada que viene en botellones y pueden ser de Agua Luz o Aqua Galápagos que se procesan en las islas, casi la mayoría de los turistas extranjeros no quieren consumir lo que prepara.
“Invierto de seis a ocho dólares en comprar el agua, pero mayormente mis clientes son de aquí de las islas o de las vecinas”, refiere.
Leopoldo Buchely (DP), alcalde de Santa Cruz, no está muy optimista en que se dé a corto plazo el proyecto de agua para las islas, pero al igual que los habitantes dice que está consciente de que es grave el problema actual de Galápagos y que se debe actuar pronto para entregar agua de excelente calidad, sin coliformes, y otras impurezas como las que ahora tiene.