Los salones de juzgamiento “son un infierno” por el cerramiento de seguridad y la falta de aire.
El salón de audiencias del 2º Tribunal Penal del Guayas estaba repleto de gente. Eran como las 11h30 del pasado 5 de enero y los asistentes al juzgamiento de siete detenidos por robo simple no soportaban el calor. Agitaban carpetas u hojas de cuadernos para darse aire, mientras los policías (armados y equipados con chalecos antibalas) estaban inquietos.
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Habían transcurrido casi dos horas de la audiencia y el presidente del Tribunal, Hernán Cabezas Candel, hizo una pausa y salió de prisa hacia su despacho. “¡Es terrible esto!”, exclamó, al tiempo que encendía un cigarrillo y sacaba su pañuelo para secarse el cuello y la frente.
“Se necesitan 900 BTU (de acondicionadores de aire) por persona, según las recomendaciones técnicas, y aquí no hay uno solo”. Y para esta audiencia habían concurrido, aparte de los siete acusados, los abogados de estos, los testigos y el fiscal. “A ellos nos sumamos los jueces y las personas que observan el acto judicial”, manifestó Cabezas.
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Los guías penitenciarios, los peritos de la Fiscalía y Policía también agitaban carpetas cerca de sus rostros. El fiscal Fausto Peralta, con el pañuelo, se secaba el sudor de la frente y con una parte del proceso se daba aire.
Un día después, el salón de audiencias del mismo tribunal juzgaba a once involucrados en un delito de asociación ilícita. Estos más sus abogados defensores, el fiscal Víctor Sánchez Jirón, los peritos de la Policía y testigos, sumados los familiares de los presos y abogados que suelen asistir a las audiencias, saturaron el lugar.
El presidente del tribunal, Hernán Cabezas, ordenó el desalojo de las personas porque se percibía mal olor y el ambiente estaba sofocante.
En el 5º Tribunal Penal ocurría igual. Eran dos los acusados por el robo a una hacienda, pero había tanta gente que se percibía el mal olor de la transpiración. Al final, todos salieron “bañados” luego de tres horas de audiencia.
Gabriel Noboa, presidente del 5º Tribunal Penal, no quería pronunciar palabra alguna para no agitarse más. Estaba empapado. Corrió a su despacho, donde tiene instalado un acondicionador de aire de su propiedad. “¡Eso es el infierno. Es insoportable. No se puede trabajar así!”, dijo.
Noboa dice que es el segundo invierno que pasan en el segundo piso del Palacio de Justicia sin que el Consejo Nacional de la Judicatura (CNJ) haya invertido en la adecuación de esos salones.
“Me consta que el presidente de la Corte Superior (Gustavo von Buchwald) ordenó que instalaran acondicionadores de aire y no lo hicieron. Se desconoce por qué”, dijo.
Rodolfo Alvarado, juez del 2º Tribunal Penal, dijo que no se puede trabajar. “Sufro de la presión arterial y este ambiente me afecta. Cuando tenemos que juzgar a muchos esto es un caos. No sé qué piensa hacer el CNJ para darnos mayor comodidad”, manifestó.
Los abogados también se quejan. Jaime Lucio Rivera, defensor de varios casos, entre estos uno que involucra a muchos detenidos (desde hace dos años) por la tenencia de 8 gramos de cocaína, dijo que es inhumano lo que sucede en los tribunales.
No sé por qué el CNJ nada hace por solucionar este problema. Es denigrante. Si se pagan las tasas judiciales, el CNJ debe revertirlo en bienestar. Tal es el calor que la jueza Jurado ordenó que desalojen el salón las personas que nada tenían que hacer en la audiencia”, afirmó.
MALOS GASTOS
ASCENSORES
Los abogados se quejan que los ascensores no funcionan bien. Siempre se dañan y en ocasiones los usuarios se han quedado atrapados, como sucedió el martes pasado que se quedaron dos horas encerrados. “Ese dinero ha sido mal invertido”, dijo el abogado Jaime Lucio Rivera.
ARCOS DETECTORES
Aproximadamente 10 mil dólares costó cada arco detector de metales, para impedir el ingreso de armas. Pero estos dispositivos no funcionan, y son los policías los que controlan la entrada.
TARJETAS DE CONTROL
Las tarjetas de control de las puertas, adquiridas por el CNJ tampoco sirven y son empleados meritorios los que a su juicio permiten el ingreso.