Numerosas personas se han comunicado conmigo para apoyarme en el permanente trabajo de vigilancia y denuncia contra la ligereza e irresponsabilidad con que, por ignorancia o mala intención, se abordan temas referentes a la historia, hombres, culturas litoralenses o nacionales.

Como historiador, mi interés fundamental es precisamente ese: señalar los sesgos, los frecuentes y crasos errores históricos e historiográficos que desde mucho tiempo atrás, a través de publicaciones, trabajos audiovisuales y televisados, etc., cometen demasiadas personas y medios de comunicación cuando tocan temas vinculados sin la lectura, conocimientos y asesoramiento adecuado.

Y como guayaquileño, en ejercicio pleno de mi ciudadanía, pregunto a quienes participan en la difusión cultural o histórica, si se puede considerar “cultura” a la cantidad de programas o creaciones plagadas de vulgaridad y chabacanería, y a la abrumadora suma de distorsiones y falsedades publicitadas sobre nuestra historia y sus actores.

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En un país como el nuestro donde la enseñanza, por razones que he denunciado cientos de veces, mayoritariamente está corrompida y por los suelos, es obligación de todo ciudadano responsable, aun con conocimientos limitados, salir al paso a todo mal producto que sea entregado al consumo de la juventud.

Aceptarlo, es un acto de corrupción; silenciarlo, complicidad; y ponerlo en ejecución, es contribuir a la degradación ciudadana. No debemos callar, de lo contrario nuestra conciencia estará dirigida por quienes creen que lo que dicen y hacen es válido y correcto, cuando todos saben que es baratija de mal gusto. Más aún, si se atreven a considerarlo un aporte cultural.

José Antonio Gómez Iturralde
Guayaquil