Muy malo que se permita que estas reuniones de jefes de la región adopten tan equivocado carácter, dejando de lado lo que verdaderamente importa: compromisos y resoluciones que sirvan para construir un futuro mejor. Si ya existe la queja de que algunas de estas cumbres han perdido trascendencia por sus escasísimos resultados prácticos, menos atractivas serán aún si se convierten en una especie de torneo de famosos. La pobreza, el desempleo, el escaso desarrollo tecnológico, la falta de educación y la corrupción, no se resolverán erigiendo nuevos caudillismos, sino involucrando a la población en una democracia participativa que todavía debemos construir en la región.

Tampoco es cierto que tal o cual persona represente hoy en día mejor que otras ciertos ideales. El pueblo sigue siendo mejor que sus dirigentes, como alguna vez expresó el líder colombiano Eliécer Gaitán, y lo que vemos  es que la carencia de prestigio político en las estructuras de poder es un fenómeno mundial, más allá de la momentánea popularidad de algún mandatario.