Cuarteaduras en el 80% de las paredes del colegio fiscal técnico Baeza, vidrios rotos de ventanales que al estallar hirieron a tres estudiantes, 30 casas afectadas, fisuras en el Municipio y en el Banco Nacional de Fomento y el nerviosismo generalizado de los moradores eran las huellas ayer del fuerte temblor que se registró el lunes en Baeza.
La población, ubicada en el cantón Quijos, provincia del Napo, vivió el lunes a las 12h35 un sismo de 4,7 grados en la escala de Richter y de 12 km de profundidad, cuyo epicentro fue en Guagrayacu, 2 km al sur de esta localidad.
Publicidad
Geovanny Iglesias, de 17 años, contó que el lunes, apenas sintió el movimiento buscó cómo salvarse, no sin antes sacar a cuestas el televisor. Cuando salió el cerramiento de su casa estaba en el suelo.
Blanca Ampudia, de 80 años, en cambio contó que cuando empezó a sacudirse su casa, ella bajó desde el segundo piso, sin importarle que no llevaba consigo su bastón que le ayuda a caminar. Actuó sin pensar, por miedo, luego de la experiencia que le dejó el terremoto de marzo de 1987, de 6,9°, cuando se destruyó el oleoducto.
Publicidad
La pequeña ciudad, ubicada en una falla tectónica que va desde Papallacta hasta el volcán Reventador y desde Baeza hasta Guacamayo, recibió a primera hora la visita de la Defensa Civil que hizo una evaluación de los daños.
El Concejo Cantonal se reunió ayer para declarar en emergencia a la ciudad.
Según el alcalde Hernán Balladares (Pachakutik), las pérdidas económicas oscilarían entre 200.000 y 300.000 dólares, por lo cual la declaratoria buscaba que las autoridades nacionales procedan con urgencia a auxiliarlos con los recursos necesarios.
Balladares dijo que en el Fondo de Estabilización, Inversión Social y Productiva y Reducción del Endeudamiento Público (Feirep) hay un rubro para desastres naturales. Solo faltaría la decisión política para ayudar a una población de la Amazonia, indicó.
Entre tanto, en el colegio Baeza, la edificación más afectada, los profesores, padres de familia y alumnos trabajaron para adecuar las aulas del edificio viejo, pues las del nuevo local tiene las paredes fisuradas.