Guillermo Coria, que reivindicó una nueva oportunidad tras su derrota en la primera jornada ante Karol Beck, fue incapaz de torcer el destino y de enmendar la negra leyenda de Argentina en la historia de la Copa Davis, de cuya conquista volvió a quedarse al margen después de perder frente al número uno centroeuropeo, Dominik Hrbaty por 7-6 (2), 6-2 y 6-3.

La situación ya le llegó torcida al de Rufino, que se encontró con la eliminatoria cuesta abajo después de que David Nalbandián y Mariano Puerta perdiesen el sábado el encuentro de dobles.

Por contra, el momento adoptó un aire pintiparado para el número uno sudamericano, sexto del mundo. Para adquirir un protagonismo notable como jugador de la Davis. Podía pasar a la historia como el jugador que enderezó el rumbo de una eliminatoria caída y restablecerse del dolor y la imagen que le derrumbó en la primera jornada.

Publicidad

No fue así. La leyenda que arrastra Argentina es demasiado pesada. Y se agigantó en el Sibamac Arena, un escenario que empieza a labrar la suya propia como un feudo infranqueable.

Igual que sucedió en el 2002 contra Rusia en Buenos Aires y un año después frente a España en Málaga, síntomas más recientes de los seis precedentes en los que se quedó a orillas de la final que sólo alcanzó en 1981, el conjunto sudamericano echó por tierra las expectativas de una generación de ensueño. Del mejor equipo de su historia, datado por tres raquetas entre los diez primeros del mundo -además de Coria, Gastón Gaudio y
Mariano Puerta- y otro el undécimo -David Nalbandián-.

Tampoco alentaban al residente en Venado Tuerto los datos de antaño en una situación similar -sólo en dos ocasiones levantó un 2-1 en contra (frente a Brasil en Sao Paulo 1976 y contra Alemania en Buenos Aires en 1990). Ni siquiera los enfrentamientos personales con Hrbaty, número 19 del mundo. Padece en los registros sólo dos triunfos contra el de Bratislava en seis duelos.

Publicidad

Nada alumbró el optimismo en el panorama argentino. Ni siquiera el ímpetu con el que su jugador abordó el duelo contra su adversario. Amenazó a las primeras de cambio con posibilidades de break y en el tercer juego consiguió el desequilibrio. No le valió de mucho y Hrbaty, poderoso en el saque y metido en el juego, no permitió tiempo para el optimismo de su rival (3-3).

Después Coria ejecutó otra rotura. Incluso sirvió para ganar el set. Y ahí, probablemente se terminó su historia. Dejó que el tenista de Bratislava, al margen de la presión, igualara un parcial que terminó abocada al desempate. Y ahí, Hrbaty se manejó con autoridad para preparar un triunfo histórico y amarrar para su pequeño y joven país una nueva jornada de gloria.

Publicidad

El argentino decayó con estrépito. Nada fue igual para él. Cedió, con una doble falta, su saque en el quinto juego del segundo. Buscó cobijo en la atención médica para someterse al masaje en el muslo. Pero Hrbaty no se alteró (6-2).

Después, en el intercambio previo al inicio del tercer set Coria cambió su zamarra. Se deshizo de la azul y se colocó otra negra. Como advirtiendo el funeral al que llegaba Argentina con la derrota. Lo peor estaba por venir. Un parcial por delante y ninguna sensación de ganar. Fue un trámite para Hrbaty, que selló el triunfo con un 6-3.

Eslovaquia encontró su recompensa y un día nacional. Una alegría para un pueblo joven, en crecimiento. Aprovechó su condición de local. Las peculiaridades de un escenario ajustado a sus posibilidades. Tumbó al campeón, España. Se deshizo de Holanda después y ganó al favorito, Argentina. Sólo le falta Croacia.