El primero, el de un indigente al que su anónimo victimario le cercenó la cabeza. ¿Qué clase de enfermo protagonizó semejante horror? ¿Cuáles fueron sus innombrables motivaciones? El Ecuador, como en general los países latinoamericanos, no han conocido hasta ahora –a no ser como excepción– la pesadilla de los asesinatos monstruosos o en serie. Aspiramos a que este crimen no quede en la impunidad; el hecho de que la víctima fuese una persona de escasos recursos no debería llevar a que se descuide una exhaustiva investigación, para que extremos así no lleguen a tener asidero en nuestra tierra.

Casi al mismo tiempo, un connotado dirigente político fue asesinado a puñaladas, aparentemente por un grupo de mercenarios. Todo parecería indicar que se trató de una venganza por alguna denuncia de corrupción. También es nuestro deseo que se ponga el mayor empeño en esclarecer este otro crimen, ya que de otro modo le estaremos dando un cheque en blanco a la violencia política, que no ha desaparecido con el cambio de régimen.

El país está cansado de ser territorio de nadie, donde ni los indigentes ni los representantes políticos –en ambos extremos de la sociedad– están a salvo. Que las autoridades políticas y de Policía demuestren con esta oportunidad que sí hay voluntad de cambiar.