Japón recuerda hoy su rendición en la Segunda Guerra Mundial, que anunció hace 60 años el entonces emperador y “dios viviente”, Hirohito, a una nación confusa por su derrota y aterrorizada por la destrucción nuclear de las ciudades de Hiroshima y Nagasaki.
En un mensaje oficial difundido ayer, el gobierno nipón hizo un llamado a todos los japoneses para que hoy oren en silencio por los millones de ciudadanos que murieron en la tormenta de sangre y fuego desatada en la Segunda Guerra Mundial.
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El 15 de agosto de 1945, cuando no se había repuesto del espanto causado por la destrucción de Hiroshima y Nagasaki con sendas bombas atómicas estadounidenses, Japón asistía consternado al discurso de rendición de Hirohito, padre del actual emperador.
“He ordenado al régimen que comunique a los gobiernos de Estados Unidos, Gran Bretaña, China y la Unión Soviética que nuestro imperio acepta lo estipulado en su Declaración Conjunta” (dictaminada en Postdam, el 26 de julio), dijo Hirohito en el mismo mensaje radiado en el que negaba su divinidad.
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Cuando escucharon este mensaje, muchos japoneses decidieron quitarse la vida, algunos de ellos enfrente del propio Palacio Imperial, en el centro de un Tokio que había sido arrasado hasta sus cimientos por las bombas estadounidenses.
En los diarios de Estados Unidos la visión que prevalece es que los bombardeos permitieron concluir la guerra y salvar muchas vidas, y apenas si se recuerda como un ejemplo del horror en que puede acabar el desarrollo nuclear.
El entonces presidente norteamericano, Harry S. Truman, anunció al mundo la rendición de Japón un día después, el 16 de agosto, con gran euforia.
Mientras tanto, las dos Coreas celebraron ayer en Seúl su independencia del yugo de Japón, al que puso fin hace 60 años su derrota en la Segunda Guerra Mundial, con votos hacia la reconciliación coreana y demandas a Tokio de una sincera contrición por sus errores del pasado.