En la madrugada del 19 de julio, mi familia y yo nos despertamos asustados por el insistente sonido del timbre de nuestra puerta, se trataba de que nuestro guardián había visto y sentido la presencia de fuego y humo en nuestra casa. Por supuesto salimos alarmados, dándonos cuenta inmediatamente de que la situación era bastante seria, puesto que ya ardían el sofá y los cuadros de una pared de la sala como consecuencia de un cortocircuito en una lampara, que de paso había estado apagada.

Mientras mi esposo, mis hijos y el guardián apagaban el fuego que amenazaba con propagarse, una de nuestras vecinas llamó rápidamente a los bomberos, los cuales le pidieron varios datos e incluso su número de teléfono para supuestamente devolverle la llamada para comprobar la emergencia. Tanto mi vecina como nosotros los afectados estamos sentados esperando la llamada o la presencia de los bomberos, que dicho de paso tienen un muy bien equipado cuartel a escasos tres minutos de nuestra casa, ubicada en Los Ceibos.

Gracias a Dios mi familia está bien, mi casa también; mis muebles no, porque se quemaron como nos podíamos haber quemado o asfixiado todos en mi casa.

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Paquita Barreto Flores
Guayaquil