El acoso sexual ocasiona que un hombre o una mujer dejen su empleo para no afrontar el problema. Pueden ser despedidos o perder sus perspectivas de promoción por no haber accedido a las sugerencias que le fueron hechas.
La mujer acosada tiene siempre una sensación de culpabilidad generada por la carga social y cultural que, ante estos hechos, ve a la mujer como una “provocadora”.
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Las víctimas sufren de tensión nerviosa, irritabilidad y ansiedad, que a menudo pueden dar lugar a depresión, insomnios y otros trastornos psicosomáticos como jaquecas, problemas digestivos, cutáneos, etc.
El acoso sexual dificulta el desempeño de las funciones y la satisfacción de llevarlas a cabo.
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Si la víctima informa del incidente o rechaza acceder, el acosador (a) dispone muchas veces del poder de afectar sus condiciones de trabajo, oportunidades de formación o promoción y su seguridad en el empleo.
El daño infringido a la mujer como consecuencia de hostigamiento sexual perjudica también a la compañía a la que pertenece.