‘Rocola’ dice que la zaga torera de 1985 es la mejor que integró.

Diego Armando Maradona ocupa un lugar privilegiado en la memoria de Fausto Klínger. Fueron rivales en el terreno de juego y cuenta la Rocola que el astro del balompié mundial se rindió ante su categoría, una noche hace un cuarto de siglo.

Fue el 27 de enero de 1980, cuando Barcelona se enfrentó en el estadio Modelo, en un encuentro amistoso, al Argentinos Juniors. El duelo fue observado por 50.151 personas, que gozaron con la calidad de Maradona y también del que Fausto considera “el gol más hermoso que marqué en mi vida. El que más recuerdo”.

“Fue tan bello que al momento de correr a la mitad de la cancha, para que ellos hicieran el saque, Maradona se me acercó para felicitarme. ‘Muy bien, negro, muy bien’. Nunca me salió otro gol parecido. El estadio casi se cae”, cuenta entusiasmado Klínger.

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En su edición del 28 de enero, Diario EL UNIVERSO describió el tanto: “Ney se descolgó por la derecha y luego de un par de maniobras centró. Nieves quiso intervenir, pero el zaguero que lo marcaba se interpuso para hacer un rechazo corto que fue tomado por Klínger, que había subido, y remató al andar violentamente para introducir el balón en el ángulo superior izquierdo y dejar parado a Rigante”.

La Rocola complementa: “Le pegué como venía. La bola hizo una comba endemoniada”.

Su gol, a los 30 minutos, fue el segundo de los toreros, que habían tomado ventaja a través del brasileño Ney; empató Maradona, y Sagioratto convirtió el definitivo 2-2.

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La crueldad de la fama
Klínger analiza su vida luego del retiro: “Me costó mucho dejar el fútbol. Todavía no me acostumbro a verlo desde afuera, pero la edad ya no me permite jugarlo (52 años). A veces extraño la fama y la condición de figura pública. El futbolista es como un artista y la fama suele ser cruel con quien no está preparado para asumirla. A mí me afectó. Básicamente porque se hacen amigos fáciles que generan consecuencias difíciles”.

“Los clubes deberían tener psicólogos que orienten a los jóvenes. Muchos se han perdido por falta de ayuda. Yo salí de Esmeraldas y repentinamente estuve en un escenario con 50.000 espectadores. ¡El choque emocional es tremendo! Tuve pocos estudios y no fui previsor. No supe guardar mi dinero. Sin embargo, soy un hombre feliz. Mi familia, mis amigos y mis recuerdos son mi mayor riqueza. Siempre tuve mucha personalidad dentro y fuera de la cancha. Por eso conseguí darle a mi familia, en este país, la comodidad económica que merece. También por eso gané campeonatos”.

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El campeón de 1985
La Rocola  toca otro tema futbolero. “Si debo hablar de mis mejores años me quedo con todos. Siempre defendí con garra las camisetas que me puse: Aucas, D. Cuenca, Manta y  Barcelona. Tenía ansias de trascender, de ser famoso y no me guardaba nada. Con el Cuenca estuve en los dos vicecampeonatos (1975 y 1976). Lamentablemente era un equipo de once jugadores y no nos alcanzó para ganar el título”.

“Pero llegar a Barcelona en 1979 fue un sueño. Siempre fui fanático barcelonista. Viví como hincha cada coronación”.

Klínger jugó muy poco, a causa de una lesión, en la temporada de 1980. La revancha vino para él en 1981.

“El bicampeón de 1981 era un equipazo. Tenía  muchos líderes. Éramos muy unidos. Tenía futbolistas excelentes, como Paes, Epanhor, Vásquez”.

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“Integré zagas magníficas, como las del Deportivo Cuenca (Barrera, Mesiano, Caicedo, Klínger) y la de Barcelona de 1985 (Perlaza, Quiñónez, De los Santos, Klínger).  La de 1985 era ‘veneno’, no había cómo pasarnos. Tenía de todo: técnica, fuerza y rapidez. Ninguna línea defensiva actual se compara a esa”.
 
La Rocola sigue tocando. “Alfredo de los Santos era un tipo aguerrido. No le gustaba perder ni en los entrenamientos. Me parece que lo estoy oyendo: ‘¡Rompélo, matálo, pero no lo dejés pasar!’. Antes de comenzar los partidos nos reuníamos y elegíamos a un delantero rival. ¡Todos contra el nueve! Por donde pasaba, alguien le daba. El que no le daba era multado internamente por nosotros. Patadas de once jugadores no las aguanta nadie”, dice Klínger, con una sonrisa pícara.

Pero aclara que no todo era rudeza: “Había mucha clase. Teníamos jugadorazos como Vasconcelos, Morales, Lupo,  Ordóñez, Hólger, Izquierdo (no pude viajar a su sepelio porque todavía no era residente). Fue el mejor equipo en el que jugué. Era completo”.

Sueña con volver a nacer para ser futbolista canario nuevamente. Sueña con retornar al país. Pero es feliz porque “he hecho feliz a mi familia, ellos son mi mayor riqueza”.