En la pugna que hay entre políticos y policía, como quiteño estoy convencido de que es hora que el pueblo asuma el poder para ejercer una real democracia participativa.

Luego de tanto sufrimiento que tuvimos en abril, no se ve un cambio. En las calles, nosotros, los ciudadanos conscientes de que la realidad nacional debía cambiar, expresamos nuestro clamor. Y esa transformación debe darse en breve, porque de otra manera el país seguirá como está, a la deriva. Es de vital importancia reorganizar la Policía Nacional, pues nuestros políticos tienen otra percepción, no adecuada, de su verdadera función. En otros países esta no existe porque bajo esa modalidad se presta para la manipulación política de más alto nivel; como ya lo vivimos aquí el mes pasado.

Para reorganizar a la Policía, el primer paso sería que no sea Nacional, que exista un reglamento de sueldos, sanciones, ascensos..., y que el Gobierno asigne la partida actual entre las ciudades del país, para una policía local que se la regule a nivel nacional. Esa policía deberá responder a su ciudad y comunidad. Ya es hora de que hagamos las cosas bien en función de nuestro pueblo.

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Marco Larrea Monard
Quito

El 29 de abril leí por los periódicos que el coronel Víctor Hugo Cózar Muñoz, jefe del Comando Provincial de Policía del Guayas, dijo: “No podemos hacer que los índices delictivos desaparezcan de un día a otro”. Y me pregunté y pregunto, ¿por qué de un día a otro, si el recrudecimiento del delito en Guayaquil es un asunto más viejo que la sarna?

Las razones para que esto suceda son conocidas desde hace tiempo, pero las callan por temor al qué dirán. La idiosincrasia y procedencia de agentes involucrados en el problema antidelincuencial, es la principal y única causa de que Guayaquil esté en manos del hampa. Los miembros de las fuerzas policiales son valientes, sacrificados, diligentes, y ciento por cien confiables; pero no son aptos para el desempeño tan específico de este oficio.

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Mientras se persista en ese estado de cosas, el hampa sobrevivirá en el país; aumentará su peligrosidad y alevosía y continuará imponiéndose.

Prof. Guillermo A. Rodríguez
Guayaquil