Una propuesta que apunte en esa dirección, si es seria y está a cargo de personas competentes y honestas, no debería ser rechazada en general. Sus ventajas y desventajas deberán ser consideradas con atención.

Pero lo que en teoría funciona, en la práctica puede fracasar si se olvida el factor humano, y si no hay una conducción firme y segura.

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Y ocurre que muy pocos asuntos públicos despiertan tanta inquietud y suspicacia como el petróleo y la seguridad social. En ambos sectores, la mano de la corrupción hizo tanto daño que los ciudadanos casi han perdido la esperanza de que algún día pueda producirse allí un cambio positivo.

No conviene, entonces, que sobre estos asuntos se hagan anuncios apresurados que luego se corrigen. Si el nuevo Gobierno tiene sugerencias innovadoras, que se las proponga de manera seria.

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De lo contrario, si se comienza a rectificar en exceso, lo único que se conseguirá será profundizar el desconcierto ciudadano.

Rectificar no siempre es malo, pero venimos de una pésima experiencia en la que nada era seguro y todo se lo rectificaba en pocas horas para volver a corregirlo al día siguiente.

Mal haría el nuevo régimen en seguir ese pésimo ejemplo.