Pero lo que deberá continuar, sobre todo, es el proceso de regularización de la transportación pública en la ciudad más poblada del Ecuador, donde ciertos dirigentes gremiales por mucho tiempo hicieron lo que quisieron gracias a sus influencias políticas. Eran otros momentos, cuando el voto de los choferes les importaba a ciertos políticos tradicionales. Hoy eso quedó atrás, afortunadamente, pero eso explica que los dirigentes gremiales se rebelen y quieran mantener su antiguo statu quo.
Guayaquil no puede continuar con buses que paran donde quieren, con taxis que se derrumban de viejos y con choferes que no respetan a niños, mujeres y ancianos. Tampoco puede seguir con agentes de tránsito que andan a la caza de una coima, o con oficinas burocráticas donde cada trámite se convierte en un vía crucis.
Todo eso debe cambiar. Se dio un paso adecuado si se impuso el orden. Pero no nos quedemos allí. No nos demos por satisfechos hasta que el tránsito en Guayaquil salga del marasmo en donde se halla.