Las posibilidades de que el cardenal Carlo María Martini, de 78 años, uno de los purpurados más admirados por los italianos u otro prelado “progresista” sea Papa “no son reales”, pues dentro del Colegio Cardenalicio estos “pueden contarse con los dedos de una mano”, dijo Sandro Magister, uno de los vaticanistas más respetados.

Martini, un jesuita liberal de 78  años, es partidario de una Iglesia abierta y en sintonía con la sociedad, pero chocó con el muro formado por conservadores y prefirió retirarse a Jerusalén a orar, meditar y estudiar textos bíblicos.

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En 1999, durante el sínodo de obispos opinó que se debería convocar un nuevo Concilio Vaticano para reformar la Iglesia, en el que se trate el papel de la mujer en la sociedad y en la Iglesia y la participación de los laicos.

Además el tema de la sexualidad, la disciplina del matrimonio, la confesión, las relaciones con los ortodoxos y  el ecumenismo en general.

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Denunció también “la tentación” de algunos católicos de refugiarse en movimientos de la Iglesia transformados en centros “ideológicos”, lo que fue interpretado como una crítica indirecta al creciente poder de los ultraconservadores del Opus Dei, así como de otras influyentes organizaciones católicas.

Otras voces, especialmente latinoamericanas, también piden renovar la Iglesia.

En América Latina “la teología nos interesa menos que  la liberación”, y ante el cambio de dirección de la Iglesia Católica “es  momento de poner énfasis en la congruencia con el Evangelio”, afirma el obispo emérito mexicano Samuel Ruiz, considerado el “obispo de los indios” y representante de la Teología de la Liberación en México.

“La opción por los pobres (...) es consecuente, constitutiva de la Iglesia  de la cual uno no puede escaparse”, enfatizó Ruiz.

Si bien Juan Pablo II estaba “abierto” a las otras religiones, era un “conservador” cuyo pontificado estuvo marcado por la “arrogancia y el fundamentalismo doctrinario”, estimó el teólogo brasileño Leonardo Boff, ideólogo de la Teología de la Liberación.

Según Boff, el Papa difunto “operó un retorno a la disciplina, creando un catecismo universal por no decir de pensamiento único y prohibiendo toda  libertad ideológica. Castigó a 140 teólogos, entre ellos yo mismo”.

La Teología de la Liberación es una corriente cristiana de izquierda nacida en los años 1960 en América Latina y que destaca los valores del Evangelio por liberación política, social, económica y cultural de los pueblos del Tercer Mundo.

Boff recordó que en un comienzo, el difunto papa Juan Pablo II vio en la Teología de la Liberación “la puerta de entrada al marxismo, al que denunciaba por sus excesos en Polonia. Pero, después de la caída del comunismo, cuando vio las injusticias que el capitalismo salvaje provocó en el ex bloque soviético, cesó de combatir (esta doctrina), declarando incluso que no solo era útil sino también necesaria”.