La palabra cónclave procede de los términos latinos “cum” (con) y “clavis” (llave), y se adoptó en el siglo XIII, cuando tras la muerte del papa Clemente IV los cardenales dejaron vacante la sede apostólica durante más de dos años.

Esa situación llevó al gobernador de Viterbo (Italia) a encerrar a los purpurados en el palacio hasta finalizar la elección. La medida fue elevada a ley por Gregorio X en el II Concilio de Lyon en 1274.

La primera asamblea secreta de cardenales fue en 1118 y nombró sin presión política al que sería Gelasio II, el benedictino Giovanni Caetani.

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El cónclave celebrado en Arezzo, 1276, del que salió elegido Inocencio V, solo duró un día, del 20 al 21 de enero. Fue el primero más corto.

 El 2 de febrero de 1922 se abrió el cónclave más largo del siglo XX, que eligió a Pío XI, tenso y disputado y que excomulgó a uno de sus miembros.

La siguiente fue la asamblea más corta del siglo, se abrió el 1 de marzo de 1939 y escogió a Pío XII al segundo día.

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La asamblea que eligió a Juan Pablo I fue la más numerosa de la historia, con 111 purpurados de los cinco continentes y, por primera vez, el número de europeos y no europeos fue cercano. Además, los cardenales italianos no alcanzaban el tercio necesario para bloquear la votación.

Cuarenta y nueve días después, el  14 de octubre de 1978, los 110 cardenales restantes se reunieron de nuevo para elegir al sucesor de Juan Pablo I, fallecido tras 33 días de pontificado. En dos días escogieron a Karol Wojtyla, Juan Pablo II, primer papa no italiano desde el holandés Adriano VI en 1522.

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