Ultima voluntad del Pontífice no menciona la identidad del cardenal secreto y es un documento sobre todo espiritual, que recuerda a colaboradores y familia.
El papa Juan Pablo II se planteó la posibilidad de renunciar en el año 2000, de celebrar sus funerales en Polonia y atribuye a la intervención divina su supervivencia en el atentado que sufrió en 1981, según su testamento divulgado ayer por el Vaticano.
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Escrito en polaco, en un lenguaje muy íntimo y simple, Juan Pablo II empezó su testamento el 6 de marzo de 1979 y lo prosiguió en 1988, el 2000 y el 2002.
El documento, más que nada espiritual, un conjunto de reflexiones sobre la religión, la iglesia y la política, comienza con el lema de su Pontificado “Totus Tuus ego sum” (Soy todo tuyo) y pide que sus notas personales sean quemadas.
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Después, sus primeras palabras son que es preciso estar atento, ya que no se sabe el día en el que llamará el Señor y desde ese momento se pone en manos de “la Madre de mi Maestro”.
“En estas manos pongo a la Iglesia, a mi nación (Polonia) y a toda la humanidad. Agradezco a todos y a todos pido perdón”, escribió el Papa, en polaco, en 1979.
Dimisión
“Él me ayudará a reconocer hasta cuándo debo continuar este servicio al que me llamó el 16 de octubre de 1978”, fecha de su ascensión al trono de Pedro, confía Karol Wojtyla sobre su renuncia.
“Es necesario preguntarse si no llegó el momento de repetir las palabras bíblicas de Simeone ‘Nunc Dimittis’ (No dimitas)”, se interrogaba, tras el Jubileo del 2000, el Papa polaco que aseguró inspirarse de Paulo VI, su último “gran predecesor”.
El Papa, que no dejó ninguna propiedad, atribuye a la Divina Providencia el hecho de que sobreviviera de “manera milagrosa” a la muerte tras el atentado del que fue víctima el 13 de mayo de 1981, durante la audiencia general en la plaza de San Pedro, según escribió el propio Sumo Pontífice en el 2000 al darse cuenta de que había cumplido la tarea asignada de llevar la Iglesia al tercer milenio.
También señala que en 1982 consideró la posibilidad de que sus funerales fuesen en Polonia. Tres años después dejó la decisión en manos de los cardenales, y diez años más tarde pidió que fuese inhumado “en la tierra y no en un sarcófago” al igual que Paulo VI.
En marzo de 1980, el Papa hizo una serie de consideraciones sobre la actualidad del mundo y concluía que “los tiempos que vivimos son indeciblemente difíciles e inquietantes”, sobre todo para la Iglesia Católica, la que aseguraba era perseguida en algunos países.
En otro aspecto, el Papa señala que desde 1989 la situación que marcó esa década “cambió”: “El periodo de la llamada ‘Guerra Fría’ ha acabado sin un violento conflicto nuclear, que pesaba sobre el mundo en el periodo precedente”, señala el Pontífice, que lo atribuye a la Providencia.
En el texto, que traducido al italiano se redujo a ocho folios, Karol Wojtyla también tiene un recuerdo para sus colaboradores y agradece la colaboración de todos y recuerda a los hermanos de las iglesias separadas, resaltando a los judíos –nombra particularmente al Rabino Jefe de Roma, el todavía vivo Elio Toaf–, entre otros.
Concluye afirmando que conforme se acerca el día de su muerte le vienen a la memoria sus padres, su hermano, su hermana, “a la que no conocí porque murió antes de que yo naciese”, y su pueblo, Wadowice, “la ciudad de mi corazón”.
“A todos quiero decir solo una cosa: Dios os recompense”, concluye el Papa, que cierra el testamento con la frase en latín: “En tus manos encomiendo mi espíritu”.