Proponer el consenso en torno a algunas coincidencias democráticas, ha sido hasta ahora inútil. Los pocos intentos de diálogo que se esbozaron entre dirigentes políticos en las últimas horas han tenido como agenda un solo punto: ¿qué me das a cambio de esto o aquello?

Recordar el daño que acarrea debilitar las instituciones del sistema político, pareciera no servir de nada: incluso los personeros de mayor nivel se dan de golpes, se insultan y gritan procacidades, y hacen burla de la función que cumplen. A muy pocos les importa la opinión de los ciudadanos preocupados; hablan para la tribuna electoral, donde según ellos creen, son más efectivas las demostraciones de incultura e insolencia que las propuestas y los programas.

La responsabilidad principal de lo que ocurra de ahora en adelante recaerá, en primer lugar, en manos del Presidente de la República y sus aliados, que en las próximas horas deberán corregir sus gravísimos errores recientes: apoyar una Corte Suprema parcializada y proponer un Fiscal General que no es independiente.

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Los diferentes grupos de oposición deberían revisar también su actuación, porque si bien es urgente rechazar los atropellos a la ley, para eso se requiere un desprendimiento que es todavía escaso en nuestro medio.