Juan Pablo II, primer papa eslavo de la Iglesia católica y activo protagonista de los acontecimientos que marcaron la historia del siglo XX, tuvo uno de los más largos pontificados de la historia.
El ocaso del "Papa peregrino", como lo habían bautizado los 1.100 millones de católicos del mundo, fue oscurecido aún más por los efectos devastadores de la enfermedad.
El polaco Karol Wojtyla había sido elegido como 263º ocupante del trono de San Pedro el 16 de octubre de 1978, sucediendo así a Juan Pablo I, el efímero papa que falleció tras sólo 33 días de pontificado.
De esa manera, no sólo se convirtió en el primer papa polaco, sino que fue también el primer extranjero después de cuatro siglos y medio de monopolio italiano.
Karol Wojtyla nació en Wadiwice, cerca de Cracovia (Polonia), el 18 de mayo de 1920 en el seno de una familia modesta. Su padre era aprendiz de sastre en 1900, cuando fue enrolado por el ejército de ocupación austriaco y llegó a ser oficial en 1915.
El futuro papa perdió a los nueve años a su madre y, tres años más tarde, en 1932, a su hermano querido, un médico, que fue víctima de una epidemia de escarlatina.
El joven Karol, que tuvo que trabajar en una mina para poder vivir, prosiguió con tenacidad los estudios secundarios y luego los universitarios. Durante la Segunda Guerra Mundial, cuando la Alemania nazi ocupó su país, animó un grupo de teatro clandestino al tiempo que terminaba sus estudios de seminarista. En 1946 fue ordenado sacerdote.
Después de haber sido profesor de Teología, en 1964 fue nombrado obispo de Cracovia y en esta condición participó en los debates del trascendente concilio Vaticano II. En 1967 fue elevado al rango de cardenal.
Su pontificado pasará a la Historia por la forma como gestionó la Iglesia tras la crisis post-conciliar, provocada precisamente por las reformas iniciadas por Vaticano II, consideradas por algunos como demasiado radicales.
Bajo su reinado, por ejemplo, fueron neutralizados los sectores radicales de la iglesia latinoamericana, es decir los sacerdotes que abogaban por una Teología de la Liberación que acompañase el sufrimiento de los pobres.
Al mismo tiempo, grupos y órdenes conservadoras como el Opus Dei lograron una influencia inédita en el mundo católico hispanoamericano e incluso dentro del Vaticano.
Juan Pablo II consagró buena parte de su pontificado a realizar viajes apostólicos por el mundo entero. En total, recorrió más de un millón de kilómetros, o sea 29 veces la vuelta a la tierra.
Un décimo de su tiempo lo pasó fuera de Roma y cientos de millones de individuos, en todas las latitudes, se desplazaron para poder verlo en persona. Su gran frustración fue no haber podido ir nunca a Rusia ni a China.
En 1981, el 13 de mayo, día de la Virgen de Fátima, Juan Pablo II fue víctima de un atentado en plena Plaza de San Pedro. Tres balazos disparados por el extremista de derecha turco Mehmed Ali Agca lo alcanzaron en el abdomen y en una mano, dejándolo en grave estado. Desde entonces fue hospitalizado en varias ocasiones y sufrió seis operaciones quirúrgicas.
Fue sin embargo un mal implacable, el de Parkinson, detectado a comienzos de los años 90, lo que lo hundió poco a poco en el sufrimiento y la decrepitud.
Los síntomas se hicieron cada vez más dramáticos y evidentes en los últimos años de su vida, pese a su coraje y a su determinación, reiterada varias veces, de proseguir con su misión hasta el final.
En sus últimos años, el Papa mostró una gran incapacidad para moverse, así como crecientes dificultades de elocusión que lo limitaban en forma evidente.
El terrible deterioro de su salud, visible para todos, dio un aspecto crepuscular al final de su reino y alteró la imagen de un Papa que, al comienzo de su pontificado, había sorprendido al mundo por su energía y su forma física.
La paz y el entendimiento internacional han figurado entre los temas principales de sus numerosos discursos y documentos de Juan Pablo II.
Se opuso con vigor, por ejemplo, a la guerra que Estados Unidos lanzó en Irak a comienzos de 2003, y para expresarlo movilizó una energía que ya le iba faltando.
Años antes, a fines de los años 80, su acción y su influencia tuvieron un papel decisivo en las transformaciones ocurridas en la Unión Soviética y los países del Este, comenzado por su propia patria, Polonia.
El papa escribió 14 encíclicas, tres de ellas consagradas a temas socio-económicos. Fue además autor de varios libros de éxito, como "Carta a las familias", o sus reflexiones sobre el mundo moderno, tituladas "Entrad en la esperanza".
En 2004 publicó otro volumen con recuerdos y reflexiones. En el plano económico y social, opinó con frecuencia sobre los derechos de los trabajadores y la evolución de los distintos sistemas económicos, criticando con severidad al capitalismo salvaje.
Finalmente, Juan Pablo II defendió con fuerza y sin cesar la protección de la vida humana desde la concepción y los principios tradicionales de la Iglesia Católica en el campo de la moral sexual, lo que le valió reiteradas críticas en los medios intelectuales occidentales.
Bajo su pontificado, unos 30 países establecieron relaciones oficiales con la Santa Sede, entre ellos la URSS (luego Rusia), Estados Unidos, México, todos los antiguos países comunistas de Europa del Este, así como Israel, Jordania y la Organización de Liberación de Palestina (OLP).
Juan Pablo II fue el primer papa que presidió un encuentro con dirigentes de todas las grandes religiones, en Asís (Italia), en 1986 y 2002. Pero, pese a su voluntad de profundizar el diálogo entre cristianos como con las otras religiones, no pudo llevar a término proyectos más ambiciosos de lograr un acercamiento más efectivo con otras confesiones.
En ese terreno tuvo grandes dificultades con los cristianos ortodoxos, cuyos dignatarios acusaron a la Iglesia Católica de practicar un "proselitismo agresivo" en sus tierras y entre sus feligreses.
Juan Pablo II trabajó también sin descanso por una reconciliación con los judíos y fue el primer papa que rezó en una sinagoga, en Roma, en 1986. Su peregrinación a Tierra Santa, en marzo de 2000, marcó un giro en las relaciones de ambas religiones.
Tras haber pedido perdón a Dios por las faltas y errores pasados de la Iglesia -en particular contra los judíos- reiteró ese pedido ante el Muro de los Lamentos, en Jerusalén, considerado como el mayor símbolo religioso de Israel.