En algunas ocasiones, al reflexionar respecto al sentido de la vida, luego de conocer a muchas o pocas personas, según las oportunidades que hemos tenido de interactuar con otra gente, se puede concluir que hay personas con alma noble, bondadosa, constructoras de paz; pero hay otras cuyo propósito de vida es hacer el mal y causar daño a sus semejantes, adoptando una posición de seres omnipotentes e invulnerables, con derecho a destruir a quien se les cruza en el camino.

Sufren una metamorfosis de aparente bondad solo para conseguir su objetivo, el cual es dañar y destruir. Lástima que no han hecho un análisis introspectivo, con la finalidad de evaluarse y transformarse en seres realmente bondadosos y útiles, dispuestos a servir a todas las personas que los necesitan.

Este tiempo de Cuaresma es para meditar y lograr una auténtica conversión que nos permita humanizarnos, dándole un verdadero sentido a nuestra vida.

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Sheyla Guerrero Cedeño
Guayaquil