La comunidad anglicana mundial está al borde del cisma luego de que el sínodo reunido en el Ulster (Irlanda), invitara a las iglesias de EE.UU. y Canadá a no acudir provisionalmente a sus reuniones por su tolerancia hacia los homosexuales.

El sínodo terminó la noche del jueves con un ultimátum a los norteamericanos para que retiren voluntariamente a sus miembros del Consejo Consultivo Anglicano.

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Este consejo es el enlace entre 38 iglesias autónomas anglicanas y retirarse equivale a perder la condición de miembro de pleno derecho.

La gota que colmó el vaso fue la decisión de los anglicanos de EE.UU. de ordenar obispo de la diócesis de Nueva Hampshire a Gene Robinson, sacerdote declarado abiertamente homosexual.

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Ese nombramiento desató la ira del sector más conservador de la comunidad anglicana, liderado por muchos prelados de países en desarrollo, sobre todo de África donde la homosexualidad sigue siendo un tema tabú.

A la irritación de los tradicionalistas contribuyó la decisión de la Diócesis de Nuevo Westminster, en Vancouver (Canadá), de bendecir uniones homosexuales.
 
Divergencias

Irreconciliable
El sínodo evidenció la imposibilidad de reconciliar las posturas de los sectores modernizador y tradicionalista de la confesión anglicana, con 77 millones de miembros.

Tradicionalistas
El sector anglicano conservador, fiel a la Biblia, considera que la homosexualidad es un pecado del que solo cabe arrepentirse.

Modernizadores
Los liberales insisten en que no hay que tomar literalmente el libro sagrado sino adaptarlo a los nuevos conocimientos científicos, que señalan que las tendencias homosexuales están en los genes.