En la década del noventa  llegó a la televisión latinoamericana una visión original y sarcástica de la típica familia americana: Los Simpsons. Un grupo de jóvenes de entre 20 y 30 años habla sobre lo que significaron en su vida estos personajes amarillos.

Incluso en estos tiempos de televisión predecible, los caminos del zapping nos sorprenden cuando, de pronto, escuchamos el inconfundible “¡Ou!” de Homero Simpson, un padre de familia tonto, gordo y calvo, al ser golpeado por un objeto en la cabeza. Esta visión sarcástica de la típica familia americana sigue deleitándonos a través de las pantallas.

Fue en 1987, en un programa de variedades llamado ‘The Tracey Ullman Show’, cuando aparecieron por primera vez en televisión los amarillos personajes de ojos saltones. Los Simpson llegaron a América Latina en la década del 90 y desde entonces, una generación que ahora ronda entre los 20 y 30 años, creció observándolos a través del televisor.

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Reunir a tres admiradores de la serie creada por Matt Groening es enfrascarse en una conversación animada casi interminable. Salpicada de dudas sobre la sexualidad  de Smithers, el asistente del magnate Montgomery Burns, cuestionamientos sobre la edad de los Simpson y hasta de Bob Patiño.

A Diana Taramelli, de 22 años, le encanta la serie  “porque es diferente. Tiene un toque subversivo y un-derground”. Daniel Oviedo, de 24 años, la disfruta porque “es radical, como dice Bart. Es una serie que no es hipócrita, de un humor original”. Los dos están de acuerdo en que, aunque es animada, no debe ser vista por niños, porque hay rebeldías, bromas pesadas, alusiones sexuales y alcoholismo; sin embargo, admiten que la empezaron a ver cuando tenían entre 10 y 12 años.

Los Simpsons llegaron a la televisión tras la época en la que ‘Brady Bunch’ y la ‘Familia Partridge’ eran el único referente familiar televisivo y en los tiempos de la serie ‘Un hogar casi perfecto’: figura paternal definida (nada que ver con Homero), niños  que se abrazaban siempre (no Lisa, Bart y Maggie), y ningún atisbo de alcohol, drogas, infidelidades y delincuencia juvenil.

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A criterio del sociólogo Roberto Vélez, esto atrajo la atención del público. “Esta muestra de la cultura norteamericana ha reproducido valores y  patrones de conducta norteamericana a los ecuatorianos, como la tolerancia a ciertas cosas y la flexibilización de algunos prejuicios”, acota Vélez. 

El sociólogo advierte que lo que vemos en Los Simpsons no somos nosotros ni nuestra cultura sudamericana. “Estamos importando patrones de comportamiento que no ayudan a los jóvenes a encontrar su identidad. Creo que la popularidad se debe al color que le ponen a la vida de esa familia”.

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La familia Simpson está conformada por Homero, Marge, Bart, Lisa y Maggie, cuyos nombres fueron tomados de la familia de Matt Groening, pero no basados en ella. De hecho, el padre y el hijo del creador de Los Simpsons se llaman Homer, a su madre le decían cariñosamente Marge, y sus hermanas menores se llaman Lisa y Maggie. Bart es un anagrama de  brat (travieso, en inglés).

Los Simpsons son la serie animada con más temporadas de creación ininterrumpidas y con más merchandising que cualquier otra (la palabra Simpsons en un buscador de internet obtiene más de 130 mil resultados). Han ganado en sus 14 temporadas 17 premios Emmy.  

Y pensar que todo nació en solo quince minutos, cuando, de acuerdo con Groening, James L. Brooks –un prestigioso director y productor de cine y televisión– le pidió que hiciera algunas animaciones para el show de Tracy Ullman. Los Simpson fueron la primera experiencia de Groening en la animación de caricaturas. Más de cinco libros sobre Los Simpson se han publicado desde entonces.

“La serie me fascina”, afirma Roberto Aguilar, crítico de televisión. Y en su análisis, continúa: “Dice las verdades sobre el sueño americano. Y como el sueño americano es el gran mito de la contemporaneidad, de alguna manera todos resultamos implicados en esa crítica. O sea que nos ayuda a reírnos de nuestras propias debilidades. Tras cada familia feliz de clase media y casita modosita en los suburbios, hay una tonelada de imbecilidad y decadencia cultural”.

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El programa ha expandido su lista de personajes secundarios e incidentales hasta incluir interesantes, cómicos y bien pensados personajes. Pero lo que definitivamente no ha cambiado es la habilidad del programa para hacer que la gente piense, ría y lo sintonice, si es posible, todos los días. 

Han aparecido en la serie (dibujados y amarillos, por supuesto) Paul McCartney, Danny DeVito, los integrantes de Aerosmith, Ringo Starr, Meryl Streep, los Red Hot Chili Peppers, Mel Brooks, Glenn Close, Jeff Goldblum, Woody Harrelson, Hugh Hefner, Magic Johnson, Michelle Pfeiffer, Tito Puente, Christina Ricci, Winona Ryder, Susan Sarandon, Brooke Shields, Suzanne Somers, Sting, Elizabeth Taylor, Barry White,  David Duchovny, Gillian Anderson, Jack Lemmon, Kelsey Grammer y Steven Hawkins.

En el local de Hallmark del Policentro, los peluches de la familia Simpson cuestan 9,  12 y  30 dólares. Los más caros emiten sonidos con las voces en inglés de la familia. Es decir, le aprietas la mano a Homero y obtendrás su patentada expresión “¡Ou!” y, en el caso de Bart, su característico “Ay caramba”.

María Miguel, asesora de ventas de ese local, indicó que se venden “bastante bien” boxers, calendarios, pantuflas, camisetas, tazas, pósteres, calendarios, llaveros, tarjetas, y otros artículos que son todavía populares entre los fanáticos. “Los mejores compradores de productos Simpsons son adultos”, agrega. Esos adultos de la generación Simpson, “disfuncionales pero no apolíticos”, según Aguilar. Todos lo somos alguna vez ¿no?