El repicar de campanas de los templos católicos que en décadas pasadas testimonió en forma importante la fe religiosa de los guayaquileños y ayudó a resaltar diversas situaciones de su vida cotidiana, ya no es el mismo de antes y por ahora causa nostalgia en habitantes de la urbe que antes esperaban ese sonido.
El alegre sonido llamando a misa o el lento movimiento ‘doblando’ por los muertos, actualmente es solo un recuerdo. Algunos templos abandonaron la costumbre.
Igual ocurre en las fiestas cívicas y populares cuando el vuelo alegre de campanas aviva el fervor de la gente.
Quizás por olvido del párroco o del sacristán o alguna innovación, son pocas las iglesias que echan a volar las campanas, aunque sí las tienen. Ahora resulta novedoso escuchar el tañido que convoca a un oficio religioso y por eso los parroquianos guían su asistencia gracias al horario aprendido.
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Pese a que en otras ciudades del mundo a esta costumbre todavía se le da importancia, en Guayaquil prácticamente se ha perdido y poco se considera la expresión religiosa e idiosincrasia de los fieles.
Era evidente el regocijo de nuestros mayores ante el sonido de las campanas de las iglesias San Francisco, La Merced, Catedral, San Agustín, La Victoria y otras, cuyos sacristanes, campaneros o sacerdotes encargados se esmeraban en la tarea de echarlas al vuelo.
Queda a un lado el simbolismo e importancia del repicar de campanas que viene desde los primeros siglos cuando los cristianos la implementaron para convocar a sus fieles.
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Películas y canciones
Qué decir de su valor como tema de inspiración de poemas, cuentos y canciones populares, como el pasillo En el campanario, que interpreta Máxima Mejía, y los populares boleros, villancicos y valses que aluden las misas y el repiquetear de las campanas. Asimismo, la famosa película ¿Por quién doblan las campanas?, y los dichos o locuciones ‘Echar las campanas al vuelo’ (celebrar con alegría un acontecimiento), y ‘Oír campanas y no saber dónde’ (entender mal una cosa), etcétera.