Las reuniones, cualquiera que sean, traen sorpresas y muchas veces gratas.
Algún sábado y entre congéneres, tuve un encuentro con una eminencia octogenaria; aunque lleva lesionada la columna, lo que le impide caminar, no se ha apartado de él la lucidez del pensamiento, la jocosidad en sus expresiones, la voz romántica para las mujeres, la expresión de su experiencia en sus labios, que a veces deja notar un marco nostálgico; distinguido, superior y de valía en el pentagrama ecuatoriano, que ha escrito y cantado: Guayaquileño, Soy fluminense, Venga conozca El Oro, Cálmate corazón, Chica linda, En las lejanías... y mil y una canciones ecuatorianas, me estoy refiriendo a Carlos Aurelio Rubira Infante, quien ha dado mucho a su patria y recibido poco o talvez nada de sus autoridades. Las escuelas, colegios, instituciones... precisan engalanarse de este portento. Hagamos programas con él y para él y seguro estoy que todos se quedarán satisfechos de su accionar, por su forma de presentarse en el arte musical, a no dudar, promoverían volver a invitarle. Los versos de Anamaría Rabatté vienen oportunos al momento: “No esperes a que se muera/ la gente para quererla/ y hacerle sentir tu afecto:/ en vida, hermano, en vida...”.
Dr. Milton Hidalgo Verdesoto
Guayaquil