Desde hace 17 años Toni construye puentes en Ecuador. Ahora, tras una grave dolencia, comparte sus experiencias.

Sus puentes se construyen con tuberías y cables de desecho pero su vida se construye a base de fe, optimismo  y voluntad.

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Toni Ruttimann, más conocido como Toni, el Suizo, llegó al Ecuador en 1987 con 6 mil dólares y construyó sus primeros puentes para ayudar a los afectados por el terremoto de Sucumbíos. Luego se dedicó a esta actividad en Colombia, Honduras, Nicaragua, México y Camboya.

Este ‘puentero’, como él se autodenomina, es de aquellas personas que no conoce el término imposible; pero que defiende, de todas las formas, a lo que se vincule con la perseverancia.

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Toni, de 37 años, padeció durante 14 meses (desde mayo del 2002 hasta julio del 2003) del síndrome Guillain-Barré, una enfermedad que le impidió ponerse de pie, caminar e hizo que pierda el control en parte de sus músculos.

Durante ese tiempo sus manos no podían levantar un libro y tampoco tenía fuerza para abotonarse la camisa.

Sin embargo, sentía que su corazón, cuerpo y extremidades estaban vivos y que la recuperación era cuestión de constancia y fe.

El entrenamiento empezó enseguida. En el Centro Nacional de Rehabilitación Médica Sirindhorn, en Bangkok, practicó ejercicios físicos durante ocho horas.

Esa misma cantidad de tiempo se la dedicaba al sueño y a la “compu” para elaborar un programa electrónico de construcción de puentes y revisar su correo al que llegaban miles de mensajes y rezos de parte de personas de todo el mundo, para alentarlo en su recuperación.

Al principio de la terapia, cuenta Toni, solo podía teclear con dos pulgares y un lápiz entre los dientes.

Pese a las circunstancias, este puentero de grandes manos y frente ancha dice que lo maravilloso de aquella estadía fue sentir a sus amigos mientras lo acompañaban en las terapias o detrás de su portátil.

Otra de las lecciones que aprendió fue que “uno no es nadie porque una bacteria tan pequeña puede acabar con tu vida”.

Ahora, Toni puede bailar, caminar, andar en bicicleta. Su compañero de trabajo, Walter Yánez, testifica que Toni conserva la misma voz optimista y pujante antes, durante y después de la parálisis muscular.

Dice que ese hecho era para Toni un paso más en su camino. Era una ruta necesaria que caminar.

El ‘puentero’ no está seguro de ser un constructor de puentes, aunque los resultados sean obvios. A él le gusta sentirse más como un transmisor de culturas: “me encanta conversar con las comunidades sobre otros sitios y sus costumbres”.

Toni permanecerá en el país hasta la próxima semana. Se dedicará a organizar la construcción de puentes con Walter y sobre todo dejará un mensaje:  “siempre buscar las posibilidades y amigos para superarse, todo es posible”.

RECORRIDO
CONFERENCIAS

Toni compartirá con el público sus experiencias, mañana, a las 18h30, en el Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo, Malecón 2000.

El jueves 2 de diciembre estará en el Municipio de Cuenca, a las 17h30.

MEDIDAS
La mayoría de los puentes colgantes tienen longitudes de hasta 100 metros y 1,5 de ancho.