Con 15.000 hombres de las Fuerzas Armadas y Policía colombianas y de oficiales de seguridad norteamericanos, Cartagena vivió ayer casi un estado de sitio y se convirtió en verdadero búnker durante la visita del presidente de EE.UU., George W. Bush, con una vigilancia extendida al aire (todos los vuelos fueron cancelados durante seis horas) y al mar.
Los operativos de seguridad se iniciaron hace una semana y se extremaron ayer con la llegada de Bush, quien abandonó rápidamente el aeropuerto Rafael Núñez y se dirigió en una limusina blindada a la Casa de Huéspedes Ilustres. Durante el trayecto por las calles, la caravana de seguridad que acompañaba al Presidente fue escoltada por dos helicópteros Black Hawk artillados estadounidenses.
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Unidades de élite de la Policía y del Ejército, efectivos de la Fuerza Aérea y de la Armada colombianas se encargaron de la seguridad.
Con motivo de la visita, el alcalde de Cartagena, Alberto Barbosa, declaró el de ayer como día cívico y decretó Ley Seca. También quedaron suspendidos portar armas y el transporte de cilindros de gas y de materiales de construcción.
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Durante la visita de Bush, las calles de Cartagena permanecieron desocupadas y la mayoría de sus habitantes prefirió no salir de sus hogares debido a los constantes retenes en las calles y al patrullaje realizado por helicópteros, lanchas y camiones militares.
La situación era de total normalidad y no fue alterada por una manifestación en la que participaron unas veinte personas, que se congregaron en el centro de Cartagena y lanzaron arengas en contra de la política estadounidense en Colombia.
También en Bogotá, un poco más de un centenar de personas protestaron pacíficamente contra la visita.