El religioso, que marcó un cambio en el fervor católico en Guayaquil al crear la multitudinaria procesión del Cristo del Consuelo, cumple hoy sus bodas de oro sacerdotales.

El primer ejemplo que puede dar el creador de la procesión más grande de América del Sur en el Viernes Santo, la del Cristo del Consuelo, es la humildad.

El padre Gerardo Villegas, de 76 años, trabaja en un modesto despacho, junto a la iglesia Virgen de Guadalupe, en las calles Francisco Segura entre la Novena y Décima.

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En esta oficina se destaca un crucifijo, una imagen de su patrona, la Virgen de Guadalupe, y un escritorio de madera lleno de recortes de oraciones y una estampa del líder de su congregación claretiana, San Antonio María Claret.

El sacerdote, quien llegó a Guayaquil en 1957, dice que no le hace falta nada más porque la fe y el amor de sus fieles hacia Dios son suficientes para su progreso personal y el de su parroquia.

Los miembros de su comunidad opinan lo contrario.
Responsabilizan al padre Villegas de la construcción de tres escuelas, dos dispensarios médicos y una fundación cardiológica. Pero, sobre todo, le agradecen por el bienestar espiritual que él ha impulsado en ellos. Antonio Jurado, uno de sus admiradores y feligrés de Cristo del Consuelo, reafirma esta percepción.

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“Él tiene la capacidad de darnos amor con solo apretar nuestras manos y de hacernos reflexionar con sus palabras tan directas”, expresa Jurado.

Lucrecia de Cruz, de 60 años, se siente atraída por el poder de persuasión que tiene este sacerdote colombiano.

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La primera vez que lo vio fue en el programa televisivo ‘Vida Nueva’, en 1983.

“No podía pararme porque sufría de una enfermedad en la columna vertebral que me tuvo postrada en la cama  diez años, pero al oírlo, decidí acudir al grupo de oración y desde allí pude caminar”, relata.

La segunda vez que mantuvo contacto con el padre  Villegas fue en 1993, después de una cirugía. Él fue a visitarla y le dijo: “No se divorcie de la iglesia que la necesita, vamos, intégrese a las oraciones ”.

El padre Villegas prefiere no escuchar los “halagos”. Por eso entra y sale del despacho, se va a la iglesia, regresa, organiza volantes, recibe a más personas, y conversa con sus tres delegados sobre los preparativos para el concurso de balcones de Cristo Rey que será hoy y mañana.

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A María Torres, una mujer de 43 años, no le causa sorpresa ese movimiento y trajín. Dice que eso es característico del padre semanas antes del Viernes Santo y de la fiesta de la Virgen de Guadalupe.

Torres sufría de una enfermedad en las extremidades inferiores que no le permitía caminar menos de medio kilómetro. Recuerda que un día antes de la procesión del Cristo del Consuelo comentó a sus compañeras de rezo “yo quiero ir, pero con mis piernas no avanzo ni una cuadra porque me canso”.

Luego, el padre Villegas me dijo: “Póngale fe a la Virgen y hágale a la caminata porque ella sabe que usted quiere ir”.

Ese día, María llegó a la iglesia Espíritu Santo donde termina la peregrinación, y lloró de felicidad. Mientras relata el hecho, se le ponen rojos los ojos y expresa con seguridad que “quien quiere ver un reflejo de Dios debe ver al padre Villegas”.

Esperiencias

SECUESTRO
La gente de la comunidad Cristo del Consuelo organizó un secuestro para evitar que la colectividad claretiana lo enviara a una nueva misión en otro país, el 28 de enero de 1972.

Cuatro individuos que se movilizaban en un auto lo interceptaron en Lizardo García y Cristóbal Colón y lo retuvieron por seis días. La liberación se dio al suspenderse la orden emitida por los claretianos.

INDICIOS
El sacerdote cree que pudo tratarse de una revelación: “Antes de ser ordenado como sacerdote, en el año 1954, visité a una niña estigmatizada en una clínica en Manizales, Colombia, y le pregunté  ¿qué pasaría con mi vida?  Ella me respondió con los ojos cerrados: veo una multitud impresionante y una imagen de Cristo”.

IMAGEN
La imagen del Cristo  del  Consuelo la elaboró el cuencano Julio Sinchi. Su devoción surgió cuando acudió a la iglesia Corazón de María, en Madrid.