En Brasil ya estudian una ley para prohibir que los animales tengan nombres de   personas.

La noticia de la agencia Efe que publicó este matutino el 31 de octubre pasado sobre las labores del Congreso de Brasil, que estudia un proyecto de ley que prohíbe llamar a los animales con nombres de personas porque, según dijo el promotor de la iniciativa, “causa crisis de identidad a los niños”, nos motivó a considerar los muchos  casos que surgirían aquí y el resto del mundo por mantener ese hábito que el Parlamento del país sudamericano desea resolver inmediatamente.

Por eso, si hay padres de un niño llamado Otto, que es similar al  apelativo que tiene el perro  del sargento Ronco en  la tira cómica Beto el recluta,  la imposición del nombre  hubiera sido motivo de repetidas reuniones familiares para analizar  los razonamientos que ofrece  sobre el asunto el diputado brasileño  Reinaldo Santos: “El nombre crece con la persona. Si un animal lleva el mismo nombre que alguien, ese alguien puede sentirse desvalorizado”.

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Pero el de Otto no es el único caso que citan las páginas de la memoria popular, pues en nuestro medio aquello de imponer el mismo nombre de la persona a un animal, especialmente si es la mascota de la familia, resulta costumbre harto arraigada e incluso está en el folclore. Allí también la frecuencia con que a los periquitos del hogar se los llama Pepito  (diminutivo de Pepe) y Lolita o Lorenza a las loras, que son incansables en manifestar  sus atributos de parlanchines y traviesos.

Con los ejemplos enunciados, vaya  usted  a saber entonces  amigo lector si la teoría del parlamentario Santos se cumplió desde siempre cuando en casas donde hubo  miembros bautizados como Francisco Paco, Napoleón, Arturo, Robin, Tomás, etcétera,  alguien los tomó para identificar también al regalón de hogar sea un conejo, perro,  hámster, tortuga, gallo y cualquier otro ejemplar del reino animal.  

Más testimonios

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Existen pues, animales que en incontable número ostentan nombres de personas. Aunque algunos son más populares que otros, eso no impide testimoniar la costumbre a que hacemos referencia. Y qué decir, quizás, de los buenos o malos ratos que hubieran pasado algunos personajes de la historia, que de dárseles el privilegio de retornar  a la Tierra en esta época, habrían  comprobado  que sus nombres los han usado para identificar a un sinnúmero de mamíferos, aves y otras especies terrestres y aladas.

En esa línea están algunos “personajes” como Silvestre, el gato compañero de Porky; Robert, el perro de Élmer Gruñón; Serapio, el conejo de la suerte; y Lucas, el incorregible pato,  que protagonizan las series televisivas de la Warner Bros. Si hacemos memoria existen personajes de la historia que tienen esos nombres, como ocurre con el de la rana René, estrella de Los Muppets, y Alfonso, el guaraguao (especie de gallinazo rey) al que Joaquín Gallegos Lara dedicó uno de sus cuentos.
 
Los nombres de Nerón, Beethoven, Rufo, Sultán, Boby,  han servido y sirven para bautizar a muchos canes de distintas razas; Luis Miguel, el del artista que nos visitó hace poco, lo tiene el burro del jocoso muchacho que actuó en la novela chilena Sucupira. En cambio, la popular india María en casi todas sus películas actúa junto con su inseparable borrico Filemón.

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Daysi, que nos recuerda a prominentes figuras femeninas, lo ostentan la pata novia de Donald, e igualmente la perrita de Lorenzo Parachoques. Las tortugas ninjas de la televisión poseen los nombres de los afamados artistas Leonardo (da Vinci), Rafael, Donatello y Miguel Ángel.

Tenga presente el lector lo que recomiendan en Brasil, para que cuando  bautice a la mascota de la familia (perro, gato, perico, lora...) no le vaya a poner el nombre de alguna persona y así evitar que tarde o temprano parientes, vecinos o transeúntes le reclamen por haber puesto su nombre al perro o gato del hogar, en tanto cumple con el psicólogo de los suyos, quien  le aconseja cambiar el denominativo Pancho por el de Pulgón a su querido can. Y si tiene casos relacionados con esta nota volandera, esté presto  a comentarlos con amigos y  allegados.