El presidente George Bush y su rival demócrata John Kerry, codo a codo en la carrera hacia la Casa Blanca, volvieron hoy a recorrer los estados indecisos del centro de Estados Unidos, en una campaña cada vez más polémica sobre la desaparición de explosivos en Iraq.
Bush, que aspira a la reelección, visitó Michigan (norte), Ohio (norte) y Pensilvania (noreste). Kerry estuvo en Wisconsin (norte) y Ohio para luego partir rumbo a Florida (sudeste). Ambos se concentraron en la región de los Grandes Lagos, donde a cinco días de los comicios aún está por definirse cuál de los dos ganará.
Cuatro días después del anuncio de que varios cientos de toneladas de poderosos explosivos convencionales habían desaparecido en Iraq, Kerry reinició en Toledo (Ohio) sus ataques contra el presidente.
"Las explicaciones y excusas varias ofrecidas por el presidente, y sus ataques en mi contra, muestran una vez más que este presidente arroja la responsabilidad sobre todo el mundo, menos sobre sí mismo", afirmó.
"El senador Kerry diría cualquier cosa para ser electo. Un presidente no puede cambiar de opinión en función de los acontecimientos. Un presidente debe tomar decisiones difíciles y atenerse a ellas", contraatacó Bush desde Saginaw, Michigan.
El secretario de Defensa estadounidense, Donald Rumsfeld, también atacó a Kerry.
Los primeros artículos de prensa que denunciaron la desaparición de los explosivos "son casi todos falsos" y "la gente que hace juicios y saca conclusiones terminantes sobre temas que evolucionan rápidamente comete errores torpes y molestos", afirmó, entrevistado por una radio de Filadelfia, Pensilvania.
En los canales de televisión locales de las regiones más disputadas, cada bando difundió sus más recientes anuncios publicitarios.
El de los republicanos acusa a Kerry de "fingir que siempre apoyará a nuestro Ejército" cuando en realidad votó en el Senado contra la financiación de la "guerra al terrorismo".
"Pronto la campaña terminará y la decisión estará en sus manos", afirma por su parte Kerry en el anuncio demócrata, en el que propone "empezar de nuevo en Iraq" y también crear empleos y mejorar los servicios de salud.
Luciendo el gorro de su equipo de béisbol, los Medias Rojas, flamantes campeones de la Serie Mundial, Kerry compartió el protagonismo con el rockero Bruce Springsteen en Madison, capital de Wisconsin, donde fueron recibidos por 80.000 personas.
Su compañero de fórmula, John Edwards, tenía previsto contar en Wisconsin con la compañía del actor Leonardo Di Caprio y el rockero Jon Bon Jovi.
Bush, más escaso de estrellas, se reunirá el viernes con Arnold Schwarzenegger, ex protagonista de la saga cinematográfica Terminator y actual gobernador de California.
En compañía de Bush, el ex "Mister Músculo" tendrá que medir sus palabras, ya que él mismo ha admitido estar fuera de "sincronía" con el presidente, mucho más conservador que él en cuestiones sociales.
Pese a sus esfuerzos, ninguno de los candidatos logra obtener una clara ventaja en las encuestas.
De los Estados clave, Bush aparece bien posicionado en Florida y Kerry en Ohio, pero a nivel nacional, un sondeo de The Washington Post atribuyó el jueves a Kerry 49% y a Bush 48% de las intenciones de voto.
En cambio, un sondeo de Zogby Internacional que atribuye la ventaja a Bush, 48% contra 46%.
Esto no hace mucha gracia a los candidatos pero sí a los corredores de apuestas británicos, que han registrado un nivel récord de apuestas para estas elecciones.
Resta saber si los ganadores podrán cobrar el 3 de noviembre o deberán esperar varias semanas, como en los comicios de 2000, cuando un caótico escrutinio en Florida retrasó por 36 días la proclamación del presidente.
El anuncio esta semana de la misteriosa desaparición de 58.000 papeletas de voto por correspondencia hace temer nuevos problemas en ese Estado, donde muchos votantes negros acusan a los republicanos -encabezados por el gobernador Jeb Bush, hermano del presidente- de haber adulterado el resultado de los pasados comicios.
En prevención de nuevos problemas, el Departamento de Justicia anunció el despliegue en todo el país de 1.090 observadores electorales, tres veces más que en 2000, que supervisarán el desarrollo de los comicios en Estados sensibles y protegerán el derecho al voto de las minorías.