Por este medio me he podido enterar cómo en Ecuador emplean estricnina para “controlar las poblaciones de canes callejeros” (que debo corregir, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, se trata de perros de dueños irresponsables).

Leí que en Pichincha, 270  canes callejeros fueron eliminados en cuatro días de campaña que realizó un centro de salud, como  medida de prevención a fin de evitar que las personas sean contagiadas con rabia.

Las poblaciones de perros y gatos abandonados jamás podrán controlarse bajo métodos de muerte, ya que mientras matan, vendedores de mascotas y tenedores irresponsables engrosan las calles con nuevas camadas de canes abandonados.

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Ningún sistema de control, mediante la erradicación de poblaciones de mamíferos, ha dado resultado  en un hábitat continental (leyes de ecología). Lo grave es el empleo de estricnina, sustancia abolida en muchos países por la toxicidad y contaminación que produce, además del posible envenenamiento de agua y sobre todo de niños. Los culpables de cualquier accidente en la población serán las autoridades sanitarias.

Las entidades protectoras de animales y el medio ambiente repudiamos esta acción nefasta, que deja muerte y contaminación. El único sistema ético y de resultados reales a corto plazo es la esterilización masiva. La estricnina, contrario a lo que se piensa, produce  la muerte lenta en dolorosa agonía por parálisis. Es un alcaloide de la nuez vómica o haba de San Ignacio, que se usa como rodenticida y adulterante de algunas drogas (heroína, cocaína).

La intoxicación por dicho producto causa estimulación del sistema nervioso central en forma de rigidez, hiperreflexia, convulsiones tetánicas y opistótonos, sin afectarse el nivel de conciencia. La muerte se origina por insuficiencia respiratoria.

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Eso señores, es lo que hacen, envenenar lentamente y enseñar a los ciudadanos que la vida no vale. Su ejemplo será, sin duda, el futuro de niños que presencian esas muertes de perros callejeros.

Adriana Salas
Durango, México