El término con el que se conocía a la ceremonia masiva, itinerante, liberada, de bajo costo y fuerte carga ideológica, prestó su nombre a celebraciones más pequeñas de luces y baile: las fiestas electrónicas.

El ritmo que nace de computadores, samplers y sintetizadores es fuerte y repetitivo. Pero ese mismo ritmo, de  115 y 180 beats por minuto, estremece... hipnotiza. Es música electrónica, pero  ¿quién decide si este ritmo es parte o no de un rave?

La idea de un rave le da protagonismo al DJ. Él es el encargado de envolver al individuo que escucha su música, trasladándolo a un mundo placentero, donde el cuerpo existe solo para bailar; sin embargo, no es lo mismo una fiesta de música electrónica que un rave.

Publicidad

Los modelos extranjeros de la década del setenta hablaban más de una forma de vida que de una alternativa de diversión, cuenta Byron Guerra, de 29 años, al referirse a su experiencia en raves. “No sé en qué parte de Europa empezó a llamarse rave (delirio, en inglés). Cuando esto comenzó, en India, hace casi 30 años, a estas fiestas se les decía acid parties. A principios de los ochenta,  Ibiza -en España- empezó a ser escape de esta música lujuriosa. Porque en las fiestas electrónicas había mucha libertad”.

En estos eventos masivos (50.000,  80.000 personas) que llegaban a cerrar ciudades, toda una masa de individuos con características físicas e ideológicas distintas se  reunían alrededor de la música electrónica en fiestas que podían durar varios días.

Solo se aparecían en playas privadas o casas abandonadas con un par de bocinas y bailaban hasta que los policías llegaban, relatan los entendidos en rave, como Guerra.

Publicidad

“Esta clase de cosas -inspiradas por una premisa (muy rave) de paz, amor, unidad y respeto- nunca puede suceder en una discoteca, porque se necesitan espacios grandes. Lo que la gente está llamando rave, no es nada más que una fiesta electrónica. Para mí, el rave es una experiencia majestuosa que convoca muchísima gente”, concluye.

Las primeras fiestas rave en Ecuador tuvieron lugar en el mítico balneario de Montañita, hace más de siete años. Tuvieron como escenario la discoteca El Pelícano, de Glenda Molina.

Publicidad

“Mucha gente no entendía qué era la música electrónica. Todos estaban acostumbrados a la música tipo ‘mami, qué será lo que quiere el negro y /ya no quiero/ de ti nada’, relata Lester Molina, o DJ Lexter.

Él, un fanático confeso de la música electrónica, de 39 años, es DJ desde los 11, según relata. Creció escuchando a Depeche Mode y a The Cure, claros referentes cuando se habla de música electrónica.

La confusión del espíritu del rave, dice DJ Lexter, tiene mucho que ver con que, de pronto, se puso de moda usar el término. “En nuestro país, está mal usada la palabra rave. Para mí significa ir a una fiesta en una playa vacía, en una fábrica abandonada. Cuando escuchas en un país de Europa “vámonos a un rave”, es porque sabes que irás a un lugar inhóspito. A veces, la gente me dice “ponga música rave”, y lo que quiere escuchar es música electrónica”.

¿Cómo empezó esta confusión?  Dice Juan Mario Álvarez, un modelo de 28 años, que muchos productores vieron en este tipo de fiestas la oportunidad de un buen negocio. “Encontrar seudo-raves es muy común, te anuncian un rave y primero, que es en un determinado lugar, y resulta que acabas viviendo una experiencia de mezcla entre performance, fiesta temática y música electrónica”.

Publicidad

No definirse por un movimiento en particular es sinónimo de poco riesgo y posibilidades de mayor asistencia. “Si alguien organiza fiestas con una orientación muy específica, llegarán muy pocas personas”, reflexiona.

Así, se han vuelto cada vez más comunes los encuentros rave de carácter privado y con costos cada vez más altos (contrario a los raves iniciales). El raver (término con el que se conoce a los asiduos a las fiestas rave) decide si es mejor asistir a los eventos gratuitos al aire libre o a las fiestas electrónicas en las discotecas. “A veces, por ir a un rave gratis puede ser que termines en manos de gente que busca drogarte y robarte. Pero, y a mí me ha pasado, que he tenido que pagar hasta 30 dólares por un rave con varios DJ, con aspectos técnicos supervisados, y ha valido la pena”, dice Juan Mario.

¿Se puede reconocer a un raver por sus accesorios? Lo de las gafas y las  luces de neón, es pura parafernalia, pero no es parte de la onda rave, dice Guerra. Sin embargo, tal vez exista cierto tipo de vestimenta especial. “El raver utiliza camisetas apretadas con cuellos redondos sin mangas. Y, claro, las gafas”, indica.

DJ Lexter se jacta de saber la diferencia: “Yo sé qué es un raver y qué es un amante de la música electrónica. Un raver usa un reloj grande, camisa sin mangas, el pelo pintado o parado, se pone gafas llamativas y zapatos rojos o amarillos. El electrónico es menos llamativo. Es del tipo que va a discotecas”.
Éxtasis electrónico

“Hay drogas que se fabrican para los raves como el éxtasis y tal vez el LSD, y otras que nacieron allí (...)  no se puede tapar el sol con un dedo”, indica Byron Guerra. Según DJ Lexter, “existen personas que no consumen e igual disfrutan el ambiente. El drogarse o no, no hace la diferencia. Aunque en el ambiente, honestamente, se ven esas cosas”.

Ambos coinciden en que las sustancias psicotrópicas están presentes en cualquier ámbito. “La gente puede drogarse escuchando salsa, baladas, o a Mozart”, expresa Guerra.  “No es un tema exclusivo de la música electrónica: Cubain era heroinómano, Jimmy Hendrix consumía drogas, Winston Churchill fumaba marihuana... Ahora, si alguien quiere estar parado tres días como en las raves de Europa y necesita de algo para eso… allá ellos”, manifiesta Juan Mario.

Masivos o exclusivos, gratis o pagados, comerciales o amateur, de todas formas son cada vez más las personas que caen bajo el encanto de los encuentros raves y de la música electrónica.

Muchas páginas en Internet se dedican a actualizar semana a semana los eventos de música electrónica. Es claro que existen diferencias con las raves originarias de Europa o Estados Unidos, pero no es menos cierto que la música es el factor común. Cientos de personas se reúnen, al llamado de un colega raver y al son de los beats para transportarse a ese delirio electrónico.

DJ Lexter toca todo tipo de música, pero reconoce que el rave es para él algo muy cercano a una comunión con su espíritu. “Cuando toco en raves me lleno de energía, se me paran los pelos, sin drogas ni nada. Esta música me cambió”.

“Va a llegar un momento en el que a nadie le guste vestirse como raver. Pero la música electrónica siempre estará presente y en continua evolución. No importan los estratos sociales,  todos bailarán la misma música”, afirma.

“En un rave, la gente se comporta muy liberalmente. Yo lo atribuyo a los beats de este ritmo, porque la música electrónica suele sonar más fuerte que una balada o un reggaeton. Te guste o no, terminarás bailando en un rave”, advierte Guerra.