El Municipio realizó la regeneración del centro histórico de la ciudad, pero según dirigentes sociales, descuidó la descontaminación, la seguridad, la salud y la educación.
El alcalde Paco Moncayo, con licencia por campaña, desarrolló una gestión con altos y bajos. En sus dos primeros años de administración, la encuestadora Infome Confidencial registró que el 55% de la población de la ciudad cuestionaba su trabajo. Sin embargo, en la segunda mitad de su periodo, Moncayo logró revertir dicha opinión. Para agosto pasado, según la misma compañía, el 90% de los habitantes de Quito reconocían su labor.
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Para el alcalde, que triunfó en las urnas auspiciado por la Izquierda Democrática (ID) y que cuenta con mayoría en el Concejo (8 de 15 votos), la razón de tal cambio radica en la aplicación progresiva de sus planes para la ciudad.
Inicialmente, su gestión se concentró en la planificación y en atender necesidades básicas de las zonas periféricas.
Luego, según Moncayo, se evidenció la rehabilitación del centro histórico y la construcción de la obra vial.
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“Al final mejoró”, comenta Patricio Morales, un taxista del sur de la ciudad, al referirse a estos dos momentos de la gestión de Moncayo. Observa que la imagen de la ciudad es otra con la restauración del centro histórico.
Los moradores del tradicional barrio San Roque, en el centro de la ciudad, tienen la misma opinión. Resaltan la recuperación del casco colonial, el Panecillo, el parque Itchimbía y la Plaza Grande.
El primer paso para la recuperación fue la salida de 7 mil comerciantes del centro de la ciudad, reubicados en 12 centros comerciales. La obra se complementó con la iluminación de las plazas y se sumó a la readecuación del actual aeropuerto, la concesión del teleférico y la regeneración del barrio La Mariscal; la intención, dice Moncayo, es proyectar a Quito “como la ciudad más turística del país”.
La recuperación del centro histórico aparece en la opinión de los pobladores como la labor más significativa del alcalde, pero la obra vial no recibe la misma evaluación.
El Municipio ha invertido en la repavimentación de las principales vías, la ampliación de la avenida Simón Bolívar, el corredor vial Miraflores-Carcelén; el intercambiador de la Villa Flora, la construcción del túnel de la vía Interoceánica (para unir la ciudad con el valle de Tumbaco) y de la terminal parroquial, entre otras.
Algunos sectores consideran que los intercambiadores y pasos a desnivel no han solucionado el problema del tráfico porque no responden a un plan global de largo plazo.
“Son soluciones parciales que en cinco años quedarán obsoletas porque no son parte de un plan macro, hecho con criterio para unos 20 años, donde se analice el entorno urbano y económico de cada sector”, sostiene el presidente del colegio de Arquitectos de Pichincha, Diego Salazar.
El dirigente afirma que al alcalde le faltó más decisión y una visión más amplia de los grandes proyectos que necesita la ciudad: “transporte y calidad de vida”.
Moncayo se defiende: “La geografía de la ciudad es compleja para soluciones viales; el sistema de tránsito que hemos construido es parte de un plan global y los beneficios se verán a mediano y largo plazo”.
Para Abdón Luna Mayorga, presidente del barrio Casa Suya, de la Libertad de Chillogallo, si bien la obra ha llegado a esa zona (con pavimentación y alcantarillado) se descuidó el sistema de recolección de basura, la educación y salud en barrios periféricos.
En otros barrios, como La Paz de Pisulí, la obra municipal no se ha hecho evidente. Allí, 200 familias viven sin luz ni agua y en sus calles solo hay polvo, producto de los vientos, pues colinda con la franja alta del bosque protector del volcán Pichincha. “La verdad es que vemos que el alcalde sí ha hecho obra, aunque no hemos recibido nada. Lo apoyamos porque nos ofreció la legalización del barrio en un par de meses”, dice Walter Castillo, presidente del sector.
Moncayo afirma que en el tema de organización territorial falta mucho por hacer, pero resalta que logró lo que otras administraciones no hicieron: legalizar 25 mil lotes de terreno de 90 barrios, beneficiando a miles de familias.
Moncayo reconoce no haber solucionado dos temas: la reubicación de los centros de tolerancia y el problema de la basura porque, aunque el servicio de recolección se concesionó a la empresa Quito Limpio, el sistema no es mejor.