En un sondeo de opinión en escala nacional (en Francia), el 80% de los padres de familia encuestados, con hijos de entre 10 y 16 años de edad, dijo que les preocupaba el aprovechamiento académico de sus hijos.

La furiosa intensidad de los reality shows (programas de televisión real) de esta temporada en Francia no tiene nada que ver con sobrevivir en una isla desierta o competir por un marido. Pudiera ser una tortura, pero de un tipo diferente. Doce chicas adolescentes y doce muchachos, cuyas edades van de los 12 a los 16 años de edad, han sido internados en un ex seminario localizado en medio de Francia y sumidos en el rígido y severo sistema de enseñanza pública del país, pero de los años cincuenta.

Publicidad

El resultado es una serie de cinco partes, ‘El Internado de Chavagnes’, por el canal juvenil M6, mismo que ha capturado a más espectadores que cualquier otro programa en su horario e impulsado un debate, de por sí candente, con respecto a si las normas educativas de Francia se han deteriorado tan drásticamente que las escuelas deben regresar a los días de antaño.

El programa también coincide con una oleada de nostalgia en Francia por una era menos confusa: cuando las adolescentes con sus coletas y los adolescentes con pantaloncillos cortos escribían hermosas palabras en tinta púrpura, aprendían de memoria muchísima información, se dirigían a sus mayores solo cuando ellos les hablaban y soportaban actos de humillación pública y castigos arbitrarios sin ninguna queja.

Publicidad

En un sondeo de opinión en escala nacional, divulgado por el Grupo TNS Sofres, el 80% de los padres de familia encuestados, con hijos de entre 10 y 16 años de edad, dijo que les preocupaba el aprovechamiento académico de sus hijos. Tan solo la mitad de ese porcentaje dijo que le preocupaba su relación con sus hijos.
En otra encuesta, casi la mitad de los padres de muchachos en edad escolar dijo que le gustaría reinstaurar los uniformes en las escuelas públicas.

“He escuchado un fuerte clamor en favor de un retorno a la autoridad”, dijo Francois Fillon, el conservador ministro de Educación de Francia, en una entrevista reciente con el diario Liberación.

Pero ese sentimiento ha sido puesto en duda por parte de algunos educadores que creen que el problema principal de Francia gira en torno a cómo educar e integrar a una población de estudiantes que, con frecuencia cada vez mayor, es más diversa lingüística y étnicamente, muchos de los cuales viven en guetos suburbanos con escuelas pobres y escasas posibilidades de empleo.

“Resulta simplista y reaccionario pensar que sencillamente se puede golpear la mesa con el puño y decir, ‘A partir del lunes, vamos a restaurar la autoridad de las escuelas’ ”, anotó Herve Hamon, sociólogo y uno de los integrantes del Alto Consejo para la Evaluación de la Escuela, grupo que asesora al gobierno. Pese a la nostalgia por el decenio de los cincuenta, agregó, las escuelas de esa época eran “brutales, monótonas y mediocres”.

Para la serie de televisión, ‘El Internado de Chavagnes’, nombrado en honor al poblado de Chavagnes-en-Paillers cerca de Nantes, estudiantes reales fueron elegidos de entre un grupo de 2.000. Los siete administradores y profesores que se incluyen en el programa son educadores profesionales.

La serie se inicia con los estudiantes despidiéndose de sus familias y renunciando a sus teléfonos celulares, computadoras, reproductores de discos compactos, así como a la goma de mascar, los pantalones vaqueros y la joyería de perforación corporal. Una de las adolescentes es obligada a entregar su mascota, una ratita, después de que esta se asoma por su bolsillo.

El cabello de los muchachos es cortado al estilo militar; el de las chicas es peinado en trenzas o colas. “¿Cómo esperan que conquistemos muchachas con este tipo de peinados?”, pregunta uno de los varones cuando ve su nueva apariencia.

Los uniformes incluyen calcetines blancos y zapatos con hebillas para ellos y ellas, amén que deben calzarlos durante todo el día. A las jovencitas se les prohíbe usar maquillaje o removerse el vello corporal. Cuando una jovencita protesta, una mujer identificada como Miss Bertrand, la supervisora de las adolescentes, contesta, “las chicas de su edad no deberían estar pensando en la belleza”.

Los alumnos toman aceite de hígado de bacalao cada mañana. El plato principal en la cena pudiera ser lengua o tripas. No se puede dejar comida en ningún plato.

Cuando un estudiante se comporta mal en la clase de francés, se le exige que copie pasajes de Flaubert en letra manuscrita. Encima de él, pende un cartel que lee:
Obedezco. Escucho. Aprendo”. Otro estudiante travieso es obligado a ponerse unas orejas de burro. De cualquier forma, no hay castigos corporales como solía haberlos hace medio siglo, y la mayoría de las comidas y actividades son coeducativas, aunque no es así en el caso de los dormitorios.

“Es como uno de esos filmes de horror que hacen reír a la gente”, dijo Claude Lelievre, socióloga y experta en educación por la Universidad de París. “Al igual que todos los programas de televisión “real”, la mayoría de las situaciones son imposibles”.

© The New York Times
News Service.