Mariana N., de 30 años, está “limpia” hace tres meses. Acaba de dar a luz a José, su cuarto hijo, al cual estuvo a punto de perder por su adicción a la metanfetamina (una sustancia sintética) y a la marihuana. Ella es interna del Centro de Atención para Madres embarazadas del condado de King, en Seattle. Llegó a ese sitio por recomendación de una de las trabajadoras sociales del Servicio de Protección Infantil.
Mariana recuerda que, por las tardes, luego de atender a sus otros tres hijos, preparaba en cocina la dosis diaria de metanfetamina. No necesitaba más que mezclar algunos medicamentos para la gripe o descongestionantes con efedrina, amoniaco, veneno para ratas o líquido para baterías de automóvil. Según la textura obtenida (cristalizada o en polvo), la inhalaba o se la inyectaba.
Publicidad
Priscilla Lisisich, directora de Safe St., una ONG que desarrolla programas de prevención, señala que el consumo de esa sustancia es un boom porque es más económica que la cocaína o la marihuana.