Juan Pablo II, de 84 años, reiteró hoy que no renunciará al Papado y que seguirá al frente de la Iglesia "hasta el final", es decir hasta que Dios quiera.
 
"Después de casi sesenta años de sacerdote, estoy contento de poder expresar ante vosotros, jóvenes, mi testimonio: es bonito poder entregarse hasta el final por la causa del Reino de Dios", afirmó el Papa ante unos 13.000 jóvenes en su mayoría suizos, aunque también había españoles, croatas, filipinos, kosovares, italianos y alemanes, que abarrotaron el Palacio de Hielo de Berna.
 
Con las palabras "hasta el final" el Papa -que presentaba aspecto cansado y le costó un gran esfuerzo leer- pareció responder de manera indirecta a la carta escrita por 41 teólogos y sacerdotes católicos que reclaman que los pontífices se jubilen a los 75 años de edad.
 
En la carta los teólogos precisaban que es muy difícil para un hombre anciano y enfermo, como Juan Pablo II, dirigir la Iglesia.
 
El motivo de este viaje, que tiene como lema "Levantaos", es reunirse con los jóvenes, con los que el Papa intercambió experiencias de fe y de vida y contó sus años de joven.
 
Los jóvenes le recibieron como a una estrella del pop, con cantos, haciendo la "ola" y ondeando banderas.
 
Los muchachos le dieron el calor que no recibió a su llegada a Berna, indiferente a la presencia del Papa.
 
No hay que olvidar que el 72 por ciento de sus habitantes son protestantes.
 
Muchos de esos jóvenes son hijos de inmigrantes católicos, entre ellos españoles, que llegaron a Suiza buscando un mundo mejor y que han colocado a la religión católica como mayoritaria (43,7 por ciento), frente a los protestantes (40 por ciento).
 
Aunque anciano y enfermo, Juan Pablo II no defraudó y volvió a hablar con claridad a los muchachos, a los que puso en guardia contra la sociedad de consumo, el hedonismo y la indiferencia que invade la sociedad actual.
 
El Obispo de Roma, en la misma línea que ha defendido a lo largo de sus 25 años de pontificado, defendió la familia fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, "comprometidos en una vida estable y fiel".
 
En un país donde el descenso de las vocaciones es alarmante, el Papa Wojtyla pidió a los jóvenes "que no tengan miedo" a escuchar la llamada de Dios al sacerdocio o a la vida religiosa.
 
"Levantaos, poneos en pié, acoged la invitación de las palabras de Dios", les animó el Papa, que precisó que el cristianismo no es un simple libro de cultura o una ideología y tampoco un sistema de valores o de principios.
 
El cristianismo, afirmó con determinación el Pontífice, es una persona, una presencia, una cara: Jesús, el único que da sentido pleno a la vida del hombre.
 
En varios momentos del encuentro el Papa les repitió que "no tengan miedo" de encontrar a Jesús, al que pueden encontrar además de en la Eucaristía y en la Iglesia, "en la cara del que sufre, del necesitado y del extranjero".
 
"Ha llegado el tiempo de actuar", les animó el Papa. "Es el momento para contribuir a hacer un mundo mejor, promoviendo la justicia y construyendo la paz", aseguró.
 
Juan Pablo II pidió a los jóvenes que "se pongan en camino" y que no esperen para hacer el bien las ocasiones que tal vez no volverán jamás.
 
"Es tiempo de actuar. La Iglesia necesita de vuestras energías, de vuestro entusiasmo y de vuestros ideales para lograr una civilización de justicia verdadera y de amor sin discriminación. Ahora más que nunca, en un mundo muchas veces negro y sin ideales, no es tiempo de avergonzarse del Evangelio. Es el tiempo de predicarlo desde los tejados", les exigió.
 
Con "desde los tejados" se refería a difundir el Evangelio a través de todos los medios de comunicación, internet y satélite incluidos.
 
En protesta por la presencia del Papa, medio centenar de jóvenes del llamado "Colectivo Anti Papa" se manifestaron por el centro de Berna, a la vez que repartían preservativos, para denunciar la oposición de la Iglesia a los anticonceptivos.
 
También fueron distribuidas numerosas octavillas con chistes irreverentes contra el Pontífice, que mañana, en su último día, celebrará una misa multitudinaria a la que no asistirán los protestantes, debido a la prohibición de Roma de la "intercomunión" entre católicos y cristianos de otras confesiones.