Otros gobiernos latinoamericanos como los de Perú y Panamá reflejan actualmente la misma característica: una total falta de popularidad, pero también cierta capacidad sorprendente para sobrevivir a las arremetidas feroces de sus opositores.

Con la reciente crisis política este rasgo del régimen se profundizó. La imagen del Ejecutivo volvió a deteriorarse ante la opinión pública, pero menos apoyo aún tuvieron los que quisieron decidir el destino del país en reuniones secretas.

¿Está haciendo el Gobierno una lectura acertada de estos acontecimientos? ¿Comprenderá el Presidente que el país le ha dado un aval momentáneo, pero no un cheque en blanco, y que su suerte sigue atada a las decisiones que adopte? En esto, por supuesto, cuentan mucho los asesores. Y hay algunos que, en lugar de entender que el régimen se mantiene en un equilibrio frágil, muy delicado, se sienten tentados a poner gente en las calles para que griten proclamas contra el Congreso y así resucitar el fantasma del populismo.

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Malos consejeros son siempre los que en lugar de asegurar las posiciones ganadas proponen la aventura de jugar con la democracia.