Cuatro días después de que la dirección del periódico The New York Times emitiera un "mea culpa" sobre la cobertura del conflicto iraquí, su defensor del lector, Daniel Okrent, publicó hoy un análisis no menos crítico.
 
La cobertura que el periódico dedicó a Iraq en los meses antes de la invasión, el 20 de marzo del año pasado, y durante las semanas posteriores, fue "parcial" y "crédula", considera Okrent, nombrado en ese cargo del diario neoyorquino el pasado diciembre.
 
Afirma que en las noticias relativas a las supuestas armas de destrucción masiva en Iraq los lectores encontraron algunas historias alarmistas "basadas en revelaciones sin confirmar que, en muchos casos, eran las afirmaciones encubiertas por el anonimato de mucha gente con intereses creados".
 
En algunos casos, las informaciones publicadas eran tan favorables al Pentágono "que casi se podían sentir las charreteras brotar de los hombros de los editores".
 
"En algunos casos, no se prestó atención a los reporteros que plantearon dudas serias sobre algunas informaciones. Peor aún, parece que no se le dio la oportunidad de expresar sus dudas a algunos con amplios conocimientos sobre el tema", agrega.
 
Aunque el defensor del lector menciona varios casos concretos, asegura que sería injusto culpar a periodistas específicos, y considera que "el fracaso no fue individual, sino institucional".
 
Okrent, quien culpa de la situación al "ansia de primicias", reclama una serie de artículos de investigación que revelen "no sólo las tácticas de aquellos que promovieron las informaciones sobre las armas de destrucción masiva, sino también cómo se utilizó al Times mismo para diseminar su astuta campaña".
 
El pasado miércoles, el periódico publicó las conclusiones de una investigación interna en la que reconocía que había aceptado como buenas y sin ponerlas en duda informaciones procedentes de exiliados iraquíes sobre la existencia de armas prohibidas en Irak.
 
Entre estas fuentes, admitió el periódico, se encontraba Ahmed Chalabi, recientemente caído en desgracia en Washington tras haber sido considerado el principal aliado de EE.UU. en Iraq.
 
En los meses previos a la invasión, el periódico estaba dirigido por Howell Raines, quien dimitió a raíz del escándalo creado por el descubrimiento de que uno de los periodistas de The New York Times, Jayson Blair, se estuvo inventando o plagiando sus informaciones durante un largo periodo de tiempo.