Está muy delgado, y sus facciones demuestran un gran sufrimiento. Ese es el aspecto de Geovanny (nombre ficticio), el joven que el 15 de abril del 2003 fue abusado sexualmente en la Penitenciaría del Litoral y posteriormente cedido entre presos por 50 centavos.

En la actualidad, su rostro demacrado y triste se ilumina a ratos cuando cita versículos bíblicos. “He encontrado paz en mi vida desde que conocí al Señor”, afirma con un fuerte Amén.

Publicidad

Geovanny, de 22 años, fue detenido el 15 de marzo del 2003, acusado por el supuesto robo a un camión repartidor de embutidos en el Guasmo Sur, y un mes después fue ultrajado por varios internos en el Pabellon C Bajo de Penitenciaría del Litoral, a quienes fue alquilado por un reo conocido como Negro Candela, por 50 centavos.

Luego de esto, Geovanny fue trasladadado al hospital psiquiátrico Lorenzo Ponce, donde recibió tratamiento durante tres meses. Pero, por falta de recursos, tuvo que abandonar la casa de salud.

Publicidad

“Quisiera regresar a estudiar y terminar el colegio, para poder trabajar”, relata Geovanny, vestido con una pantaloneta y camiseta de colores vivos, sucias de cemento, mientras mueve nerviosamente sus delgadas piernas y lleva su mano derecha a la boca.

Según los pastores evangélicos, Elsa Pallazco y Guillermo Vélez, quienes se encargaron de su cuidado desde que ingresó al hospital, hasta que se mudó con su padre, el joven ha tenido grandes avances en su salud. “El único problema que yo le veo es que el dinero que gana, lo regala, porque con eso dice seguir al pie de la letra la palabra de Dios”, agrega Vélez.

“Al que te pida, dale, y al que te quita, déjalo que se te lleve”, señala Geovanny con una sonrisa.

Geovanny comenta que junto a su padre acude todas las noches al culto en la iglesia evangélica Puerta del Cielo, dirigida por Pallazco y Vélez.

Los pastores recuerdan que cuando Geovanny estuvo en el hospital, varias fundaciones y personas particulares ofrecieron ayudarlo, porque según indica Pallazco recibían recetas, cuyo costo estaba entre los 20 y 60 dólares diarios, pero que los ofrecimientos no se concretaron. “Nos gustaría que consiguiera un trabajo, para que deje de vender en los buses, porque nos da miedo que le pase algo”, dice Pallazco.

Geovanny ayuda a su padre  (con quien vive en una modesta vivienda del Guasmo Sur) con la venta de jabones y pastas dentales en los buses durante las noches.