El estadounidense Nick Berg, un trabajador de la telecomunicación, decapitado la semana pasada en Iraq y cuya muerte se observó en un video difundido el martes por internet, tenía 26 años y procedía de un pequeño pueblo de Pennsylvania.

Según sus familiares, acudió a Iraq voluntariamente para  participar en la reconstrucción del país, pero nunca encontró trabajo, aunque su estancia está llena de claroscuros.

Berg, una especie de aventurero y viajero con especial  curiosidad por los países en situación crítica,    no culminó sus estudios universitarios y prefirió hacer varios viajes a países del Tercer Mundo, entre ellos a Ghana.

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“Quería ayudar a la gente” y, pasase lo que pasase, “creía que podría  manejar la situación”, dijo su padre, Michael Berg, un profesor retirado opuesto a la guerra en Iraq.

“Eso era lo bueno y lo que le mató. No creía que la gente pueda hacer cosas  malas”, añadió. “Esperaba ser entrevistado algún día sobre sus éxitos, sobre cómo salvó a  un país del Tercer Mundo”, afirmó uno de sus profesores, James Morrison.

El cadáver de Berg debía llegar ayer a la base estadounidense de Dover, en el estado de Delaware.

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En Iraq, Berg fue detenido por la policía iraquí en Mosul y retenido por el ejército de Estados Unidos. Sus padres lograron que se lo liberara al poner una demanda judicial contra las fuerzas armadas por detención ilegal.

Desde allí sus pasos se vuelven poco claros. Su familia ha denunciado públicamente que Nick Berg estaría vivo si las autoridades estadounidenses en Iraq le hubieran enviado inmediatamente de regreso a EE.UU. como pidió.