Los chechenos sepultaron ayer al asesinado presidente Ajmad Kadyrov, mientras el presidente ruso Vladimir Putin intentaba emprender una nueva estrategia para hacerse con el control de la república separatista tras la muerte de su principal aliado.

Unas 3.000 personas desfilaron por la calle principal de Sentoroi, el pueblo checheno donde vive la familia del difunto presidente checheno proruso, entonando cánticos tradicionales en los funerales de ese hombre que contaba con la confianza del Kremlin.

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Kadyrov pereció el domingo en un atentado, al explotar una bomba justo debajo de la grada en la que se encontraba para presenciar una ceremonia conmemorativa de la derrota del nazismo en un estadio en Grozny, la capital de la pequeña república del Cáucaso.

El atentado fue un duro golpe para Putin, que hace dos días, al inaugurar su segundo mandato, se enorgulleció de que Moscú estuviera haciéndose con el control de la región tras más de cuatro años de guerra.

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Serguéi Abramov, primer ministro de Chechenia, fue nombrado por Putin como presidente en funciones, pero Moscú teme que este no tenga el suficiente poder para hacerse respetar por los clanes chechenos más belicosos.

Por eso Abramov eligió como viceprimer ministro a Ramzán, el hijo de Kadyrov y comandante de una guardia pretoriana de casi 10.000 milicianos.

Las autoridades de Chechenia acusaron al líder rebelde Shamil Basayev, del atentado, mientras Moscú estudia el envío de más tropas a este país.