Quienes somos afiliados al Seguro Social, hemos leído y escuchado por los medios de comunicación, noticias de que el IESS tiene depositados en el Banco Central más de $ 500 millones y sin generar ningún tipo de interés.

Nos enteramos, además, de que se ha abierto el voraz apetito del Gobierno por trasladar ese dinero a las arcas fiscales a través de “inversiones en papeles estatales”.

Todo eso es absurdo, pues los afiliados debemos pasar penurias en los dispensarios del IESS (Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social).

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Acabo de acompañar a mi madre, que es jubilada, para que sea atendida en el IESS. El médico le recetó un medicamento y el boticario me envió a hablar con el director del dispensario; la respuesta de este funcionario fue: “Si no hay el medicamento y lo necesita, cómprelo”.

¿Por qué el IESS en lugar de tener el dinero ocioso no lo reinvierte en quienes lo generaron otorgándoles una atención digna?

Creo que será necesario que el alcalde Nebot o alguna otra autoridad, vuelva a sugerir la privatización de los servicios del IESS, ya que solo cuando escuchan esto los empleados del Seguro son atentos con los afiliados.

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Ing. Com. Luis Vizuete Santos
Guayaquil
La situación perversa del Ministerio de Finanzas sucumbido a presiones del Fondo Monetario Internacional (FMI), impone extirpar los fondos del IESS.

En el Banco Central hay unos $ 400 millones o $ 500 millones, dinero que no le pertenece al Estado, sino que es netamente de los afiliados.

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El Seguro Social es una institución creada para beneficio del trabajador, por lo que debe entenderse que la plata de la entidad es para servicio social de los afiliados que han venido pagando, de modo obligatorio, los respectivos aportes.

Muchos gobernantes no han tenido calidad para defender los derechos humanos. Son miles los afiliados al IESS que abrigan la esperanza de que si se jubilan recibirán dignas pensiones, y no las miserias que se entrega.

Los jubilados han dado sus mejores años, dieron su juventud en beneficio del país, con su trabajo y esfuerzo; sin embargo, no  hay respeto a sus vidas ni garantías básicas a ellos como seres humanos.

Julio Baquero Unda
Guayaquil

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