La capital colombiana amaneció de luto este jueves por la tragedia provocada por una pesada máquina trituradora de asfalto que mató a 22 niños y un adulto, al aplastar el autobús escolar en que viajaban.
Mientras las autoridades han prometido investigaciones exhaustivas para establecer responsabilidades, en varios hospitales y en el Instituto de Medicina Legal se registraron escenas desgarradoras desde la tarde del miércoles hasta la mañana del jueves con los padres y familiares de las víctimas, quienes entre llantos averiguaban sobre el destino de los niños.
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Muchos murieron de lesiones masivas y muy rápidamente, dijo a la prensa el médico forense Máximo Alberto Duque, quien practicó algunas de las autopsias de los 22 cadáveres de niños entre 5 y 16 años y de un adulto de 56, que viajaban en el vehículo.
Por ahora permanecen hospitalizadas otras 18 personas, informó el ministro de la Protección Social, Diego Palacios, quien visitó el sitio de la tragedia en el noroeste de Bogotá.
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El secretario de gobierno de la capital, Juan Manuel Ospina, reveló que las primeras investigaciones indican que la pesada máquina de 40 toneladas estaba en buenas condiciones mecánicas.
No sabemos porqué se desprendió del carril superior y aplastó el autobús, agregó Ospina, mientras inspeccionaba la zona de la tragedia.
Aseguró que se está investigando si se violó alguna norma del código de tránsito, pues la máquina transitaba por la calle sin ninguna señalización de peligro.
Testigos afirmaron que la máquina comenzó a avanzar en zig zag y luego se precipitó por un barranco y cayó sobre el autobús. Solo se salvaron los escolares que iban cerca del conductor, pues fue la única parte del vehículo que quedó en buenas condiciones. El chofer escapó con ligeros golpes y ayudó al rescate de los sobrevivientes.
"Solo sentí un golpe encima, fue un gran estruendo, pero no vi nada más", dijo el conductor Jaime Solano, a Radio Caracol.
"Me quité el cinturón (de seguridad), comencé a gritar, a pedir auxilio y a sacar a algunos niños heridos. Todos los sobreviventes salimos conscientes, pero los niños lloraban de angustia", agregó.
Solano sostuvo que escapó por milagro de Dios y afirmo sentirse muy abatido por haber visto muertos a los niños que transportaba diariamente.
A pesar de la tragedia, Solano continuará en su trabajo de chofer del autobús escolar del Colegio Agustiniano Norte regentado por sacerdotes católicos.
Juan Carlos Espinosa, era el chofer que habitualmente salía con el primer grupo de escolares en la ruta de la tragedia.
Siempre salgo primero, pero ayer me retrasé un poco y por cosas de Dios me salvé de ese golpe, dijo Espinosa a la AP.
A algunos de los jóvenes que murieron yo los cargué de niños y me dolió mucho verlos aplastados, agregó Espinosa, después de asistir a una misa en memoria de la víctimas en la capilla del Colegio.
La comunidad sufre igual que ustedes padres y familiares, por esta tragedia. A todos los que han fallecido el Señor los tenga en su eterno descanso, dijo el sacerdote Alejandro Castaño, quien ofició la misa.
Las clases fueron suspendidas durante tres días, pero alumnos, padres y profesores se hicieron presentes para manifestar su dolor. En las rejas del Colegio fueron colocadas margaritas blancas y en la capilla había una bandera de Colombia con una cinta negra.
Mientras Bogotá continuaba conmocionada por el accidente, otro autobús con 15 niñas entre los 5 y los 16 años, se estrelló el jueves temprano con un microbús en el centro de Bogotá. Nueve estudiantes y un profesor sufrieron heridas leves, informó la Policía.