Más que de tregua momentánea, sin embargo, sería preferible hablar de respeto permanente a las instituciones. Porque no se trata de que debamos ocultar errores del Gobierno o de la oposición, o de que ambos se pongan de acuerdo para tapar actos dolosos mutuos, si los hubiera.

En una auténtica democracia, el proceso de rectificar es cotidiano, y para eso el llamado de atención y la crítica constructiva resultan indispensables. Además, el Ecuador no necesita de más impunidad.

Lo que sí hace falta, en cambio, es que los protagonistas de la política conduzcan su gestión a través del respeto a las instituciones. Si la oposición tiene denuncias que hacer, que las haga a través de los tribunales, y que no se apresure a patear el tablero político cuando los jueces todavía no se han pronunciado. Del mismo modo, si el Gobierno reclama mesura, que evite anuncios que hagan temer la politización de sectores de las Fuerzas Armadas, y se concentre en proyectar hacia el futuro su plan económico, político y social, a fin de que todos lo conozcamos y apoyemos.

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